Dependencia económica, imperialismo y clases sociales.
Cuauhtémoc Amezcua Dromundo
Dependencia económica, imperialismo y clases sociales son conceptos filosóficos, económicos y sociales, cuyas relaciones son dialécticas, y, por tanto, complejas. Su incomprensión cabal es fuente de enormes confusiones entre los estudiosos y asimismo entre los luchadores sociales y políticos. De este tema, ampliamente estudiado por Vicente Lombardo Toledano, nos ocuparemos a continuación.
El motor del tránsito de la sociedad.
“La historia de todas las sociedades existentes hasta ahora es la historia de la lucha de clases”, Marx, Engels, El Manifiesto Comunista. Mural de Diego Rivera.
Desde el punto de vista del pensamiento marxista, en el modo de producción dominante de nuestros días, el capitalismo, la principal contradicción social se da entre la clase trabajadora y su clase antagónica, la burguesía. Esta contradicción fundamental sólo cesa sino cuando ambas clases sociales desaparecen, lo que ocurre cuando desaparece asimismo este modo de producción basado en propiedad privada, y desaparece con él la explotación de unos hombres y mujeres, por parte de otros.
En toda sociedad dividida en clases, las contradicciones entre éstas, al ventilarse en la vida cotidiana, constituyen el motor del tránsito de la sociedad, o lo que es lo mismo, la fuerza impulsora de las transformaciones sociales. Pero este motor, que es la lucha de clases, sólo produce cambios profundos cuando alcanzan su máxima agudización las contradicciones que en cada modo de producción se dan en su base económica.
La dependencia económica genera mayor complejidad en las relaciones entre las clases sociales.
Ahora bien, en los países dependientes, como son la mayoría de los de Asia, África y América Latina, entre ellos el nuestro, las contradicciones de clase son más complejas por cuanto contienen más ingredientes y presentan un mayor número de contradicciones. En términos generales, la burguesía nativa o nacional, se mueve en medio de dos adversarios suyos, uno de ellos, antagónico, pero nada desdeñable el otro.
Su enemigo antagónico es la clase trabajadora, cuya fuerza de trabajo explota y que anhela emanciparse. Pero la burguesía imperialista del exterior –o simplemente imperialismo—no es su aliada, en modo alguno. Siendo más poderosa, desde los puntos de vista económico y político, explota a la nación dependiente en su conjunto, incluida la propia burguesía nacional a la que arrebata una parte substancial de la plusvalía que genera la clase trabajadora, y en muchos casos la arruina y la lleva a la quiebra de sus negocios. En su mentalidad, la burguesía nacional ambiciona para sí los recursos que la burguesía imperialista le arranca, lo que genera una contradicción inter-burguesa que no se puede desdeñar.
La burguesía pro imperialista, su “patria” es el dinero.
En medio de esas dos contradicciones, unos sectores de la burguesía nativa optan por asociarse al imperialismo, encadenando sus propios intereses a los del capital extranjero y convirtiéndose en sus socios menores, y, por tanto, subordinados. Estos sectores defienden a los intereses imperialistas con los que se han aliado, y luchan contra los de la nación de la que son oriundos, pues carecen de interés patriótico. Sus lazos económicos son los que determinan su escala de valores y su conducta.
La burguesía nacional.
Pero otros sectores de la burguesía nacional procuran resistir y enfrentar a la burguesía imperialista. Estos sectores a menudo asumen posiciones de carácter patriótico y antimperialista, aunque no por razones éticas ni de principios, sino porque buscan su mayor beneficio, es decir, el incremento de sus capitales propios y, en buena medida, su propia supervivencia como clase social. Por ello, en ciertos momentos se ven compelidos a actuar en alianza circunstancial con la clase trabajadora para enfrentar al poderoso enemigo común.
Mas no por esto desaparecen sus contradicciones de clase respecto de los trabajadores que, como ya se dijo, son fundamentales e insolubles en tanto perviva el régimen capitalista. Por esa razón, en otras batallas concretas que ventilen contra los trabajadores de su país, los sectores de la burguesía nacional citados cerrarán filas sin titubeos con la otra burguesía de intra-fronteras, la proimperialista, y con los amos de ésta, los imperialistas.
En torno de estas complejas contradicciones sociales se mueve cada clase social. Dentro de ese proceso, cada una traza su estrategia de lucha para defender sus intereses, establece su táctica, formula su programa y define sus alianzas.
El imperialismo, sus objetivos.
“Cuando las ambiciones y el expansionismo de los imperialistas topan con algún gobierno patriótico, se concentran en el objetivo de eliminar ese obstáculo sin reparar en medios” Rivera retrata la intervención yanqui en Guatemala que depuso al gobierno de Arévalo.
Los poderosos capitales imperialistas tienden a avasallar, a apropiarse de todo lo que le sea rentable e imponer su dominio total sobre el país dependiente. El imperialismo encauza todos sus actos hacia esos fines y ni siquiera acepta aliados, sólo subordinados. Dentro de esa tendencia, se obstina en tomar en sus manos la dirección de la vida pública a través de quienes se presten a ser sus instrumentos. Quienes se ponen a su servicio, políticos oportunistas y militares apátridas, son llevados a las posiciones de mando por medios que indistintamente pueden ser conspirativos, cuartelarios o formalmente “democráticos”, resultado de una votación ciudadana. Para el caso da lo mismo tanto para ellos como para los pueblos victimados.
La historia de México y de los demás países dependientes registra abundantes casos de todos estos tipos. Lo único que importa al imperialismo es que le sirvan con atingencia y docilidad. Mientras sea así, los aprovecha; y con igual desenfado los desecha cuando dejan de serle útiles. Por otra parte, cuando las ambiciones y el expansionismo de los imperialistas topan con algún gobierno nacionalista y patriótico, se concentran en el objetivo de eliminar ese obstáculo sin reparar en medios. Asimismo, hacen cuanto sea necesario para evitar que fuerzas patrióticas y antiimperialistas que aún no ocupan posiciones de gobierno, se desarrollen y puedan convertirse en un riesgo para sus intereses de dominio. Las combaten recurriendo a la mentira, la difamación y la calumnia. Al terrorismo, al golpe de Estado, a la privación de la vida. Aún a los procedimientos más ruines y atentatorios contra la justicia, la democracia y la ética.
El imperialismo y los Estados nacionales dependientes.
Con respecto del Estado nacional de los países dependientes, el imperialismo se dedica a arrebatarle su soberanía, atributo que, como se sabe, es el fundamental de todo Estado. Es decir, el imperialismo busca convertirse en la autoridad suprema sobre todo país en el que ha invertido capitales, la única que imponga decisiones; la que resuelva en última instancia, suplantando en esa calidad al Estado nacional y anulando el derecho que en ese sentido les compete a las diversas instituciones y fuerzas del país de que se trate.
Por tanto, tiende a diluir al Estado como entidad soberana al servicio de intereses nacionales. Procura liquidarlo, establecer como sustituto un aparato administrativo plenamente dependiente, leal a los intereses de fuera, pero eso sí, represivo, fascista, llegado el caso, que no escatime ferocidad ni medios con el objeto de impedir que prosperen las protestas y las luchas populares. Un aparato que, al quedar vacío de sobernía, sólo conserva las formalidades de un Estado, pero no su esencia ni su consistencia. Los estados económicamente dependientes, como lo analizó Vicente Lombardo Toledano, también son dependientes políticamente. Por tanto, se puede decir que más bien son seudo estados.
El imperialismo y las dos fracciones de la burguesía local.
La burguesía nativa dependiente del imperialismo supedita su conducta de modo invariable a los intereses y designios de sus socios de fuera. Su calidad de socio menor, subordinado, la obliga a actuar como un simple agente de esas fuerzas externas. Se esfuerza en cumplir con las funciones que le asignen. En términos estrictos no es una fuerza que deba considerarse aparte, sino un mero apéndice del imperialismo.
En contraparte, el otro sector de la burguesía nativa, el que opta por enfrentar al capital imperialista y trata de sobrevivir a sus embates, necesita de la existencia de un Estado nacional fuerte e independiente del exterior, que sea capaz de resistir a la poderosa ofensiva neocolonialista. Necesita que el Estado tenga un perfil nacionalista y posea las facultades económicas y políticas adecuadas para proteger los intereses de la burguesía nacional. Para que defienda sus mercados y sus bienes, y le ayude a abrirse camino hacia otros mercados. En fin, exige al Estado que cree las condiciones propicias para que esa clase social, propietaria y explotadora, prospere. Ya dijimos, es patriótica y antiimperialista, pero lo es por su interés material muy concreto.
La clase trabajadora, sus objetivos históricos.
Para avanzar hacia la conquista de sus proyectos de corto y largo plazo, la clase trabajadora requiere necesariamente conquistar la independencia de su país”.
Por su parte, la clase trabajadora tiene sus propias aspiraciones. Anhela que desaparezca toda forma de explotación, lo que expresa su contradicción frente a la clase propietaria en su conjunto, extranjera y local. Ambiciona que surja una nueva sociedad en la que todos los hombres puedan convivir bajo las reglas de la más completa fraternidad. En que la igualdad no sea sólo jurídica, sino económica y social. En que el hombre deje de ser el lobo del hombre. Esa, la sociedad socialista, constituye su aspiración histórica.
Su emancipación definitiva implica imprimirle cambios profundos a la sociedad. Cambios que revolucionen la estructura y todo el entramado social. Cambios que exigen que se transforme el Estado, de uno diseñado conforme a los intereses de la burguesía, a otro, con perfil distinto y diferentes atributos y funciones, acordes a los intereses de la clase trabajadora: un Estado obrero. Y más adelante, al madurar la nueva sociedad, exige la desaparición del Estado en su calidad de aparato para el dominio de una clase social sobre otras, puesto que ambas clases se habrían extinguido. Se habría llegado entonces a la conquista de la plena igualdad y de la plena libertad para todos.
La clase trabajadora en los países dependientes.
En el camino hacia su objetivo histórico, la clase trabajadora, en lo inmediato, aspira a mejorar la forma en que se desenvuelve su vida. Quiere una retribución menos injusta, por su trabajo. Quiere que se reconozcan sus derechos y se manifiesten también en prestaciones que eleven las condiciones de su existencia. Demanda que sus gobernantes sean, como diría Morelos, siervos de la Nación, que atiendan sus necesidades y no vean sólo por los intereses de los poderosos. Anhela que la sociedad vaya avanzando hacia la equidad.
Pero todas sus aspiraciones, no sólo las históricas sino aun las de corto plazo, chocan con una realidad que en los países dependientes es brutalmente adversa. El imperialismo no está dispuesto a conceder nada, en absoluto. Nada de mejores salarios ni prestaciones adecuadas ni mejoría en las condiciones de vida. Nada que adelgace su tajada del pastel. Su interés es explotar, saquear, incrementar el lucro de manera ilimitada. Allá, en la metrópoli imperialista, acaso podrá darse el lujo de hacer algunas concesiones a la clase trabajadora, compelido por las circunstancias, pero no aquí. Allá hará las concesiones indispensables para que su mercado interno no languidezca y no se agudicen las contradicciones sociales en su propia casa, al grado de volverse peligrosas para la gobernabilidad. Prefiere que se agudicen en la periferia, en los países dependientes, cuestión que le tiene sin cuidado.
La liberación nacional, necesidad de la clase trabajadora.
Emprender el camino de las transformaciones revolucionarias con éxito exige dejar de lado toda actitud simplista y autosuficiente.
En estas condiciones, las justas aspiraciones de la clase trabajadora no pueden avanzar en el caso de los países dependientes. Si ya es difícil que le arranque conquistas sociales a la burguesía nativa, que se las quite al imperialismo viene a ser casi imposible. Por eso, para avanzar hacia la conquista de sus proyectos de corto y largo plazo, requiere necesariamente conquistar la independencia de su país.
La necesita a plenitud, en lo económico pero también en lo político. Porque en tanto su país carezca de independencia y soberanía, no puede lograr la libertad ni la justicia; no puede aspirar a que su explotación desaparezca, pero ni siquiera que disminuya. Por eso, la clase trabajadora de los países dependientes, en la medida en que toma conciencia de esta realidad, pone en el primer lugar de su estrategia la lucha contra el imperialismo, al que identifica adecuadamente como su principal enemigo o la parte más aguda de la contradicción fundamental.
La unidad y lucha de contrarios en la lucha por la liberación nacional.
Por eso, sólo en los países dependientes, existe un espacio de coincidencias entre la clase trabajadora y la burguesía nativa no subordinada al imperialismo, a la que podría llamársele con propiedad burguesía nacionalista. Espacio de coincidencias que en modo alguno implica que cese la contradicción fundamental que enfrenta históricamente a estas dos clases sociales. Ni evita que estas contradicciones se reflejen en un conflicto cotidiano entre ambas, en las esferas de la economía, la ideología y la política. Pero a ésta se le sobrepone la otra contradicción, la que se da entre el imperialismo y la Nación dependiente en su conjunto. Este elemento, el del imperialismo como enemigo común de la clase trabajadora y la burguesía nacional, determina que la dinámica de las transformaciones sociales tenga mayor complejidad en los países dependientes, como México.
Emprender el camino de las transformaciones revolucionarias con éxito exige dejar de lado toda actitud simplista y autosuficiente.
LOMBARDO Y EL SINDICALISMO ACTUAL, SUS RETOS Y ALTERNATIVAS[1]
Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.
La formación de un dirigente político y sindical que fue a la vez un sólido pensador marxista.
Sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria y viceversa, dice el apotegma marxista. O dicho en otras palabras por Lombardo, “sin saber no es posible luchar, sin luchar no es posible saber”. En Vicente Lombardo Toledano la reflexión y la acción, el saber y el luchar, fueron un permanente ejercicio, una interacción dialéctica que realizó a lo largo de toda su vida que siempre estuvo al servicio de la clase trabajadora y, desde luego, en el sindicalismo. Las circunstancias en que se dieron su vinculación a la clase obrera, por una parte, y por la otra su rigurosa formación ideológica marxista, permiten formarse una idea sobre cómo fue posible que llegara a ser una figura tan relevante en ambos campos, el de la teoría y el de la acción.
Universidad Nacional de México es el nombre con que se fundó la actual Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
El joven Lombardo cursó simultáneamente las profesiones de leyes y filosofía en la entonces Universidad Nacional, hoy Universidad Nacional Autónoma deMéxico, y siendo inteligente y disciplinado en el estudio, recibió altas calificaciones en todas las asignaturas. No habría de ser, sin embargo, un profesionista opulento, que llevara una vida cómoda, como podría preverse, dado que tempranamente eligió el camino de la lucha al servicio de la clase obrera.
Las circunstancias fueron éstas: hacia 1915 y 16, México, su sociedad, bullía. Había concluido la fase armada de una Revolución que costó un millón de vidas en un país de 15 millones de habitantes, y que trastocó todo lo existente, sacudiendo profundamente a todas las clases sociales y a todas las capas de la población. Se debatía, entonces, el rumbo que habría de tomar la organización constitucional y el futuro económico, político y social. El joven Lombardo, nacido en 1894, pronto se interesó vivamente en los problemas de la cultura y la vida del país, y los discutía, con buen nivel de conocimiento, con sus maestros y algunos amigos destacados. Tenía 22 años cuando, junto con otros compañeros, fundó un grupo de carácter cultural que tuvo por nombre Sociedad de Conferencias y Conciertos, pero que en los medios universitarios sería más conocido como el “grupo de los siete sabios”.[2]
Su vínculo con la clase obrera surgió en 1917, cuando fue reorganizada la Universidad Popular Mexicana, y su rector, el doctor Alfonso Pruneda, lo nombró secretario de la institución; Lombardo contaba 23 años. La Universidad Popular Mexicana había sido creada por el Ateneo de México con el fin de llevar la cultura a los trabajadores, y el joven secretario ejerció en ella sobre todo una función docente. Alentados por su trato fraterno y enterados de que sabía de leyes, los trabajadores le pedían orientación sobre sus problemas laborales, y le confiaban las penas que la vida, socialmente injusta, les deparaba. Lombardo habría de declarar años después, al respecto:
“Comprendí entonces… toda la profundidad del drama social de México”.[3]
En 1920 organizó la Liga de Profesores del Distrito Federal, el primero de los numerosos sindicatos que fundaría en su vida, con maestros de escuelas primarias y técnicas, y universitarios; entonces era profesor de la Escuela Preparatoria. En 1921 ingresó a la Confederación Regional Obrera Mexicana, CROM, que fue la primera central sindical de carácter nacional. En 1922 fundó el Grupo Solidario del Movimiento Obrero, que relacionó el círculo de los obreros con el de los intelectuales y artistas, dado que Lombardo desplegaba sus capacidades en ambos. Formaron parte del grupo, entre otros destacados participantes de la vida cultural, José Clemente Orozco, Diego Rivera, Alfonso Caso, Pedro Henríquez Ureña, Daniel Cosío Villegas, Eduardo Villaseñor, y Carlos Pellicer. En 1923, fue electo miembro del Comité Central de la CROM para las cuestiones educativas y culturales.
Fragmento del Mural De Juan O´Gormann (Del Porfiriato) Sala Revolucion Mexicana Museo de Historia Nacional Castillo de Chapultepec
En la Universidad, el joven Lombardo no estudió la filosofía marxista. Su maestro fue Antonio Caso, prestigiado docente de la entonces llamada Escuela de Altos Estudios. Caso fue un filósofo idealista, espiritualista, y ésta misma era la filosofía oficial de la Universidad Nacional en la época. Al vincularse Lombardo con la clase obrera, esa formación suya entró en choque con una realidad que descubrió llena de agudas contradicciones y lacerantes injusticias heredadas por más de tres siglos de coloniaje, que forjaron una sociedad inequitativa y rezagada. Pero esa herencia del pasado, no resuelta, con el tiempo se agravó más por otros factores, como el arribo de un fuerte flujo de capitales extranjeros a partir de mediados del siglo XIX, durante la dictadura de Porfirio Díaz, en la etapa en que el capitalismo llegaba a su fase imperialista. Esos capitales se adueñaron de la economía del país y, por consecuencia, devinieron en la fuerza determinante del rumbo político. Fueron el factor que acentúo el saqueo de nuestros recursos naturales y las injusticias sociales ya existentes. Además, ese estado de cosas empeoró, al recibir, el país, el impacto de la crisis del capitalismo, que ocurrió como fenómeno generalizado luego de la primera guerra mundial, y golpeó duramente a la clase trabajadora. La formación filosófica del joven Lombardo no le sirvió para desentrañar y comprender toda esa situación dramática, menos para combatirla; en sus palabras:
“Me di cuenta de que mis ideas… las que yo aceptaba, no estaban de acuerdo con la realidad”[4].
Su participación sindical en el seno de la CROM añadió otro motivo a su inconformidad: la central practicaba el colaboracionismo de clases, y eso no le fue aceptable. “Entré en conflicto conmigo mismo”, escribió en una carta enviada a Henri Barbusse, en 1935[5]. Lombardo, quien además, a lo largo de toda su vida, sustentó una concepción ética elevada, chocó asimismo con la conducta deshonesta y la vida desvergonzada de Luis N. Morones y los demás integrantes del Grupo Acción, que detentaba la dirección de la CROM. Haciendo memoria de esa etapa y un resumen de su vida, Lombardo habría de afirmar:
“Desde que era estudiante no he sido sino eso: un soldado del invencible ejército de la clase trabajadora que todo lo produce, todo lo descubre y todo lo crea con sus manos y con su cerebro, lo mismo en las minas que en las fábricas, en las escuelas, en los laboratorios de investigación y en el interior de la conciencia.” El remate de este balance, refleja una profunda convicción que jamás lo abandonó: “A ese ejército pertenece el porvenir”.[6]
Monumento a Carlos Marx y Engels Fridrih en parque del otoño, Rusia
A fin de cuentas, desencantado de su inicial formación filosófica, poco a poco se fue alejando de ella y empezó a buscar afanosamente otras fuentes para abrevar en ellas. Así fue como llegó a considerar que era necesario estudiar la obra de Marx y Engels, de la que sólo tenía una idea ligera, pues el maestro Caso, en sus clases, apenas mencionaba brevemente a esos pensadores, afirmando que eran lo opuesto al ideario de Hegel.[7] Decidido Lombardo a examinar sus ideas, se topó con que no había obras de ellos en México ni en nuestro idioma. Únicamente el Manifiesto del partido comunista, traducido y publicado en Argentina, y diversos folletos, inexactos y con errores serios en los temas teóricos de fondo, que podrían servir para alguna actividad política elemental, pero no eran útiles para el conocimiento profundo del marxismo, que es muy rico y complejo.
En 1925, Lombardo viajó a Nueva York, a un congreso, y a Europa, a la Conferencia Internacional del Trabajo, en Ginebra, Suiza, atendiendo una actividad de la CROM. Aprovechó esos viajes para visitar librerías, donde encontró obras de Marx y Engels en lenguas extranjeras, e hizo convenios para que le enviaran otras más, según las fueran teniendo disponibles. Se puso a estudiar con férreo carácter de autodidacta –que le caracterizó siempre- varias horas al día, durante meses y años, diccionario en mano. Gracias a su hábito de estudio soportó ese esfuerzo y obtuvo frutos, a través de los cuales, como lo dice Lombardo,
“fui… confrontando… las nuevas ideas que yo adquiría con las que había recibido en la Universidad, y comprendí que la filosofía que yo había aceptado era falsa”.[8]
Así fue como, al profundizar en el conocimiento del marxismo, asumió como propia la convicción de que la filosofía no sólo es instrumento para conocer la realidad sino también medio para transformarla. Lombardo, en su momento, valoraría al marxismo en estos términos:
“La doctrina del materialismo dialéctico, la doctrina marxista, no sólo representa la síntesis más importante realizada en la historia del pensamiento humano, sino que representa el descubrimiento más trascendental en la historia del conocimiento y de la cultura: el descubrimiento de las leyes que rigen cuanto existe, de las leyes que rigen el universo todo, de las leyes que rigen la naturaleza, el hombre y la vida social.”[9]
Vicente Lombardo Toledano, pintado por David Alfaro Siqueiros.
Su actividad como dirigente sindical y como dirigente político de la clase trabajadora jamás la ejercería malentendiendo la teoría como un listado de recetas, ni siguiendo acríticamente instrucciones ni formulaciones de organizaciones o personalidades, por mucho prestigio y “autoridad” que tuvieran. Lombardo comprendió a cabalidad eso que mucho se dice pero poco se practica, que el marxismo es una guía para la acción. El “calco y la copia”, a Lombardo desde siempre le fue ajeno. En su método de trabajo, antes de actuar, primero realizaría de manera acuciosa un examen dialéctico de la realidad, considerando todos los elementos significativos y la dinámica siempre cambiante, más todavía cuando ocurrían hechos trascendentes y variaciones significativas en la vida nacional o en la arena internacional. Solamente después y con ese sustento, elaboraría los planes y desarrollaría las acciones. Sus valoraciones y juicios con frecuencia coincidieron con los de otros pensadores y dirigentes revolucionarios, por la razón sencilla de que uno y otros de seguro habrían arribado a ellos por los mismos métodos de análisis. Pero no siempre fue así, a veces hubo juicios y valoraciones discrepantes con los de otros pensadores y otros dirigentes, como también es natural que suceda, por muy diversas razones. El cotejo sustentado de las ideas, o la praxis, es la que en estos casos da la razón a quien la tenga, y esto a veces tarda. Pero gracias a ese método riguroso y a su sólida formación, Lombardo pudo realizar aportaciones profundas al pensamiento marxista que es patrimonio de la clase obrera y de la humanidad. La cultura política de Lombardo es equiparable a la de Marx, Engels y Lenin.
La CTAL, frente único integrado por las organizaciones sindicales de todas las tendencias.
Los documentos de la CTAL acreditan que fue concebida como una organización de frente único, integrada por las organizaciones sindicales de todas las tendencias, para luchar en común por las reivindicaciones inmediatas de la clase trabajadora y por la liberación de los pueblos latinoamericanos respecto del imperialismo. Éstos son dos de sus rasgos característicos más significativos.
Lombardo y la CTAL. Libro de Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.
Pero vale preguntarse quién y con qué fundamento puso en marcha la idea de llamar a la unidad a las organizaciones de todas las tendencias, a la vista de que éste no era el criterio dominante en el ámbito de la izquierda revolucionaria mundial a fines de la década de los veinte e inicios de los treinta, que es cuando el proyecto con rumbo a la CTAL se va gestando, puesto que la Internacional Comunista en su VI Congreso, de 1928, resolvió que las organizaciones dirigidas por los comunistas no formaran filas al lado de los reformistas ni otras expresiones ideológicas. La resolución fue puesta en marcha por la Internacional Sindical Roja y la Confederación Sindical Latinoamericana, CSLA, en el plano mundial y en nuestra región, respectivamente.
Lombardo, por su parte, jamás sostuvo esa interpretación, sino que llegó a la suya propia. Ya en 1927, cuando estaba en el proceso de su formación marxista, en una conferencia, llamó a la clase trabajadora de toda América Latina, así, sin excepciones, a la unidad para combatir al imperialismo.[10] Y en 1933, cuando de hecho ya había concluido ese proceso autoformativo, propuso convocar “a todas las agrupaciones obreras… (otra vez, sin excluir a nadie) a un congreso para la organización de la Confederación Obrera Iberoamericana”, con un fin semejante.[11] En octubre del mismo año, cuando Lombardo, en el plano nacional, avanzaba asimismo hacia la construcción de una gran central sindical unitaria en nuestro país al fundar la Confederación General de Obreros y Campesinos de México, CGOCM, ésta nueva central, en su Asamblea Constituyente, decidió impulsar la unidad de los trabajadores latinoamericanos. La CGOCM fue la misma central que encabezaba Lombardo cuando, envió un escrito a la Primera Conferencia Americana del Trabajo que se reunió en Santiago de Chile en 1936, en que reiteró su llamado a la unificación y dijo:
“No es preciso que los trabajadores todos piensen del mismo modo, que todos sustenten la misma doctrina política, que todos opinen igual respecto de las características de la sociedad futura…”[12].
Siguiendo el mismo hilo de los pasos de Lombardo hacia la unidad latinoamericana, al constituirse la CTM, Confederación de Trabajadores de México, también en 36, en sus documentos básicos plasmó la necesidad de unir a la clase obrera del subcontinente. Y fue la propia CTM la que convocó al Congreso Obrero Latinoamérica, que dio vida a la CTAL.
Esa concepción que enarbolaba Lombardo, y que fue adoptada en su momento por la CTAL, es congruente con la tesis de Marx y Engels, en el sentido de que la fuerza de la clase obrera radica en su unidad, que se manifiesta en el famoso lema: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”, y que el propio Marx expresara en términos precisos:
“La única fuerza social de los obreros está en su número. Pero, la fuerza numérica se reduce a la nada por la desunión”.[13]
Lenin, en esa línea, postuló que la tarea de los comunistas era actuar allí donde estuvieran las masas, y calificó de “absurda, ridícula y pueril” la opinión de “que los comunistas no pueden ni deben actuar en los sindicatos reaccionarios”[14].
No está en mi ánimo afirmar que la posición de Lombardo al respecto haya sido la única, de seguro hubo otros pensadores y luchadores, otras organizaciones que coincidieron por sus propias razones. Pero tampoco me cabe duda que su impulso fue decisivo para el surgimiento de la CTAL con el perfil que tuvo. Vale recordar que la IC, dentro del mismo período que vengo refiriendo, mantuvo la posición que podríamos llamar de unidad restringida, desde 1928 hasta que su VII Congreso, de 1935, rectificó y llegó a un juicio semejante al de Lombardo sobre la unidad sindical. Resolvió entonces que:
“… el congreso impone a los comunistas el deber de adoptar todas las medidas prácticas para realizar la unidad sindical…”[15]
Y precisó que habría que construir
“un sindicato único en cada rama de la producción; una central única en cada país; una central internacional única de sindicatos por industrias; una central sindical única sobre la base de la lucha de clases.”[16]
Vigorosa participación de Lombardo en la fundación de la FSM
Los partidos comunistas de Latinoamérica, consecuentemente, disolvieron la CSLA y, en adelante, participaron notablemente en las actividades preparatorias del Congreso Obrero Latinoamericano, convocado por la CTM, en que se fundó la CTAL, y en la vida de la misma, junto con otras corrientes distintas, cuyo criterio unitario había madurado también. Esa misma concepción de unidad fue la que rigió en el surgimiento de la Federación Sindical Mundial, superando la opinión del sindicalismo inglés, que en vano quiso aislar a los sindicatos soviéticos.
Objetivo medular de la CTAL, la lucha por la liberación de América Latina frente al imperialismo.
Lombardo distinguió claramente la realidad de América Latina de otras, donde las condiciones facilitaron el desarrollo del capitalismo hasta la fase del imperialismo. Advirtió la diferencia entre unos y otros países que conforman el sistema capitalista mundial de la época moderna: imperialistas, dominantes, saqueadores, unos; objeto del dominio y del saqueo de los primeros, otros.
Los pueblos de nuestra región, sometidos al régimen colonial durante tres siglos, por parte de España, Portugal y otras potencias de Europa, lograron al fin su independencia política, luego de cruentas luchas. Pero no consiguieron destruir el régimen económico que las potencias coloniales impusieron, basado en la concentración de la tierra en manos de una minoría y en una serie de estancos, monopolios y privilegios para las castas dominantes. Lombardo llamó a ese sistema semifeudal, por sus rasgos descritos, que en su esencia lo asemejan con el feudalismo clásico que se dio en otras regiones, sin que fuera idéntico. Lombardo señala también que, a pesar de todo, las fuerzas productivas empezaron a desarrollarse en nuestros países, en unos más que otros, y se fueron creando las premisas para el paso a formas capitalistas de producción. En la última mitad del siglo XIX, dice, cuando ese proceso se realizaba, las inversiones extranjeras provenientes de Estados Unidos y Europa, irrumpieron en la vida doméstica de nuestras naciones y, en la mayoría de ellas, yuxtapusieron un sistema capitalista dependiente a las formas antiguas de producción con supervivencias semifeudales, sin que se diera su natural desarrollo histórico.
“De esta suerte, pasaron los pueblos latinoamericanos, en un lapso breve, de su condición de colonias de España y Portugal, a semicolonias del imperialismo internacional.”[17]
El sindicalismo y las luchas obreras reflejadas por el arte revolucionario.
Para Lombardo, éste es el drama de América Latina. Consecuentemente, la lucha contra el imperialismo, por nuestra plena independencia, económica y política, es fundamental. Y es una tarea en la que la clase obrera debe participar decididamente, no sólo desde la trinchera del partido de clase, sino también desde el movimiento sindical.
“En los países que luchan por su independencia nacional y en los que disfrutan de ella, pero están sometidos económicamente a las fuerzas del imperialismo, los sindicatos deben unir a sus demandas económicas y sociales la lucha por la independencia política nacional o por la emancipación económica respecto del imperialismo”.[18]
Y explicó por qué esta tarea corresponde a todos los trabajadores, no sólo a los que militan políticamente:
“Si las reivindicaciones de clase de los trabajadores no se asocian… a las demandas del pueblo y a las exigencias de la liberación nacional, los éxitos de la clase obrera son transitorios y pueden anularse con facilidad”.[19]
La CTAL desde su fundación plasmó ese compromiso de lucha en sus documentos básicos. Y así lo ejerció a lo largo de su existencia.[20] Desde el punto de vista de la batalla de las ideas, el Plan para la posguerra, aprobado por el Segundo Congreso de la CTAL, de Cali, Colombia, de 1944, contiene las demandas y las metas de la región en la lucha por desarrollar sus fuerzas productivas y liberarse del yugo imperialista; se trata de un documento de vigencia ejemplar aun hoy, luego de que han transcurrido más de seis décadas y tantas cosas han cambiado, pero no nuestra condición de países dependientes que, antes al contrario, se ha acentuado.
El pensamiento y la obra de Lombardo y los retos del sindicalismo contemporáneo en América Latina.
El mundo y América Latina han cambiado mucho en las últimas décadas, es cierto, la historia no se desarrolla de manera lineal, sino dialéctica, en medio de una constante lucha entre revolución y contrarrevolución. Al no existir ya –por circunstancias que no es el momento de analizar- el gran contrapeso que le significaba la Unión Soviética y el campo socialista europeo, la ofensiva del imperialismo contra los pueblos de América Latina y del mundo durante las últimas tres décadas ha sido brutal y les ha impuesto retrocesos gigantescos en todas las esferas.
En medio de los enormes retrocesos, es de destacarse el contraste que representa la extraordinaria hazaña de la Revolución Cubana que, contra los pronósticos alentados por sus adversarios, ha tenido la capacidad, aun en condiciones adversas, de sostenerse en el proceso de construcción del socialismo sin hacer concesiones de índole alguna al enemigo imperialista que, por otra parte, sí logró someter a sus designios a todos los demás gobiernos de nuestra región, incluidos los de México de los últimos treinta años, todos ellos gobiernos neoliberales y entreguistas que abandonaron nuestra política exterior que respetaba y valoraba como fundamentales los principios de la autodeterminación de los pueblos y la no intervención y que, aun siendo titubeantes, tibios y contradictorios en muchos aspectos, sin embargo avanzaban hacia la plena independencia económica y política de México por la vía de las nacionalizaciones postulada por Lombardo.
En el último decenio, sin embargo, la ola neoliberal y proimperialista que parecía incontenible ha sido frenada ya en distintos países de nuestra región, donde los pueblos se han puesto en pie de lucha; tales son los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, entre muchos otros. Ha surgido el bloque de la Alternativa Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América, ALBA, con una orientación claramente antiimperialista, lo que junto con otros hechos muestra un alentador renacimiento del combate por nuestra segunda y definitiva independencia. Estos hechos ponen a la vista la justeza y vigencia de la valoración que Lombardo hizo en el sentido de que la de Cuba
“señala el comienzo de la revolución que dará a nuestros pueblos la independencia económica y nos devolverá la libertad…”[21].
La revolución, en efecto, avanza otra vez en América Latina librando batallas victoriosas, pero el sindicalismo contemporáneo no ha estado todavía en la posición de primera fila que le corresponde en la lucha por la liberación definitiva de nuestros pueblos; tiene esa tarea pendiente y por fortuna cuenta con una rica fuente de enseñanzas en la que abrevar en la experiencia de la CTAL y en la vida y la obra de Vicente Lombardo Toledano, para que, como también lo dijo Lombardo, “… no se apague la luz que ha encendido el pueblo de Cuba para alumbrar nuestro camino”, sino
“que esa llama se extienda a todo el continente y se junte al inmenso resplandor de la nueva aurora del mundo”. [22]
[1]Sílabo para la conferencia a presentar en la Escuela Nacional de Cuadros Sindicales “Lázaro Peña” en La Habana, Cuba, el 4 de abril de 2010, atendiendo a la invitación de la Federación Sindical Mundial – América.
[2]Los otros miembros del grupo, fueron Alfonso Caso, Manuel Gómez Morín, Antonio Castro Leal, Alberto Vásquez del Mercado, Teófilo Olea y Leyva, y Jesús Moreno Baca. Luego se unirían otros estudiantes, entre ellos Narciso Bassols y Luis Enrique Erro.
[3]James W. Wilkie y Edna Monzón de Wilkie, México visto en el siglo XX, entrevistas de historia oral. Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas, México, 1969. p. 256.
[5]El distinguido escritor francés pidió a Lombardo que le hablara de la trayectoria de su vida. La respuesta fue una carta, que se puede consultar en el Fondo documental de la biblioteca del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales que lleva el nombre del pensador marxista y maestro del proletariado. Está publicada en el t. III, vol. 3 de la Obra Histórico-cronológica de VLT, editada por el propio CEFPSVLT, pp. 251-259.
[6]Vicente Lombardo Toledano, intervención en el acto de homenaje que le rindieron sus amigos, discípulos, compañeros de lucha y personalidades del campo democrático en el Palacio de Bellas Artes, al cumplir sus 70 años de vida, 16 de julio de 1964.
[7]Por cierto, más tarde, Lombardo, ya formado como un pensador marxista profundo y riguroso, sostuvo una larga polémica filosófica con su antiguo maestro, el muy reverenciado Antonio Caso, que tuvo dos momentos: primero en el seno de la Universidad, en el Primer Congreso de Universitarios Mexicanos, en septiembre de 1933, y luego en las páginas del periódico El Universal de la ciudad de México, entre enero y abril de 1935. Por primera vez se debatieron en México de manera pública las bases ideológicas del socialismo científico confrontadas con la doctrina idealista-espiritualista que se preconizaba de manera oficial en la Universidad Nacional. Ver la Obra Histórico-cronológica de VLT, editada por el CEFPSVLT, t. II, vol. 4, pp. 101-104 y 161-197, y t. III, vol. 3, pp. 1-162. Ver también Caso-Lombardo.Idealismo vs. Materialismo Dialéctico. Universidad Obrera de México, 1963.
[9]Vicente Lombardo Toledano, Objetivos y táctica de lucha del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país, enero de 1947. Ver la Obra Histórico-cronológica de VLT, editada por el CEFPSVLT.
[10]Fue en la conferencia que dictó en el teatro Esperanza Iris, de la ciudad de México con el título de “La doctrina Monroe y el movimiento obrero”, el 30 de enero de 1927, en la que denunció las ambiciones de dominación de Estados Unidos sobre América Latina que entrañan el llamado “panamericanismo” y la doctrina Monroe, y llamó a la clase trabajadora de toda la región a combatirlas. Fue editada por la CROM en un folleto que llevó el mismo título, impreso en los talleres linotipográficos La lucha, 1927.
[11]Vicente Lombardo Toledano, discurso pronunciado ante la Convención Extraordinaria de la CROM. Fondo documental de la biblioteca del CEFPSVLT; está publicada en el tomo II, volumen 4 de la Obra Histórico-cronológica de VLT, editada por el propio CEFPSVLT, pp. 35-74.
[12] El comunicado de Lombardo fue publicado con eltítulo de “Mensaje al proletariado de América Latina” en el periódico El Universal, diario de la ciudad de México, del 1 de enero de 1936.
[13]Fue en su “Instrucción sobre diversos problemas a los delegados del Consejos Central Provisional” de agosto de 1866, previa al Congreso de la Primera Internacional que se celebró en Ginebra, del 3 al 8 de septiembre de en 1866.Se puede consultar en http://www.marxismoeducar.d/me21.htm, el fragmento citado forma parte del primer párrafo del punto 6, que Marx tituló “Sociedades Obreras (Trade unions) Su pasado, presente y porvenir”, y que fue aprobado como una resolución del Congreso. Lombardo, por su parte, hace una síntesis del contenido de ese escrito de Marx, en su libro Teoría y práctica del movimiento sindical mexicano, México, ediciones de la Universidad Obrera de México, 1981, pág. 12.
[14]Lenin, “La enfermedad infantil del ¿izquierdismo? en el comunismo”, en V. I. Lenin, Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1969, pp. 537-515.
[15]“La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional Comunista en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo, (Resolución sobre el informe del camarada Dimítrov adoptada por el VII Congreso de la Internacional Comunista, el 20 de agosto de 1935)”, texto íntegro publicado en Fascismo, democracia y frente popular, VII Congreso de la Internacional Comunista, Moscú, 25 de julio-20 de agosto de 1935. México, Siglo XXI Editores, 1984, Págs. 461 a 477. Cursivas de CAD.
[18]Vicente Lombardo Toledano. Teoría y práctica del movimiento sindical mexicano. México, Universidad Obrera de México, tercera edición, 1981, pp. 44-45.
[20]“La CTAL fue convirtiéndose en la fuerza de opinión más importante del continente americano, no sólo por su lucha tenaz para lograr mayores derechos y mejores condiciones de vida de las masas trabajadoras, sino también por su diario combate contra las pretensiones del imperialismo en América Latina, y por su ayuda a la independencia nacional o su plena independencia económica”, valoró Lombardo. La Confederación… pág. 4
[21]Entrevista que V. Ostroski hizo a Lombardo en la Sierra Maestra en julio de 1960, publicada por Literaturnaya Gazeta, Moscú, URSS, fechada el día 30 de ese mes y año. Éste y todos los materiales citados en las notas de pie de página subsecuentes, forman parte de la Edición de Escritos sobre Cuba que se comenta, obra editada por el CEFPSVLT.
[22] Así lo dijo Lombardo al intervenir en el Primer Congreso Latinoamericano de juventudes, en La Habana, mismo evento por cierto en el que participaron el Ché y Fidel, el primero lo inauguró y el segundo lo clausuró en un acto multitudinario en el Estadio Latinoamericano, evento en el que Fidel anunció la nacionalización, mediante expropiación forzosa y adjudicación a favor del Estado cubano, de 26 empresas norteamericanas poderosas, que incluyen azucareras, telefónicas, eléctricas y petroleras, hecho que los historiadores cubanos valoran como el culminante de la segunda y definitiva independencia de Cuba, ahora frente al imperialismo, y como el enrumbamiento de la Revolución hacia el socialismo. El Primer Congreso Latinoamericano de juventudes, trabajó desde el 28 de julio de 1960, fecha en que lo inauguró el Ché, hasta el 6 de agosto, en que lo clausuró Fidel en un acto público que fue recogido por la historia y tuvo como lema “Por la liberación de América Latina”. Lombardo pronunció su “Mensaje a la juventud de América Latina” el día 31.
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