Dando inicio su actividad el 07 de diciembre de 2010, ha desarrollado diversas actividades académicas en estrecha colaboración con el Centro Lombardo Toledano. Entre sus actividades académicas destacan los Congresos y publicaciones realizadas entre ambas instituciones, que se pueden consultar en el Repositorio del Centro.
El principal objetivo del Centro Darwin de Pensamiento Evolucionista es el estudio de la evolución para poder entender a la especie humana, como resultado de la selección natural y adaptado, en gran parte gracias a la tecnología, a ambientes específicos, así como una herramienta filosófica y científica indispensable para la compresión y explicación del origen y desarrollo de la cognición y de la cultura.
Del mismo modo, resulta imprescindible estudiar al resto de seres vivos, los ecosistemas que compartimos, así como la lucha por la conservación de los espacios naturales. En definitiva, el estudio del evolucionismo desde una perspectiva que también contemple la Filosofía de la Biología y de la Ciencia.
Entrevista realizada al Dr. Jorge Martínez Contreras para el Blog de la UAM
Objetivos del CEDAR:
Documentación en amplios temas relacionados con el evolucionismo.
Difusión de documentos y de eventos.
Creación de redes científicas y de difusión temática.
Organización de coloquios y congresos nacionales e internacionales.
Organización de cursos y de diplomados.
Publicación de trabajos tanto especializados como de divulgación.
Para la ciencia, llámese reduccionista, realista, empirista o, si se quiere, objetiva, el concepto libre albedrío es una cuestión carente de sentido.
Ahora bien, desde una perspectiva evolucionista habría que matizar un poco la cuestión, porque la evolución humana, a diferencia de la de los demás seres vivos, tiene dos dimensiones: una biológica, otra cultural, la cual no se da, al menos en sentido estricto, en ninguna otra especie.
Charles Darwin (1809 – 1882)
La evolución biológica, sabemos, consiste en sobrevivir y dejar descendencia, como sostuvo Darwin, que ahora describimos como cambio en la frecuencia de los genes causada por selección natural, la cual actúa sobre las variaciones producidas por mutaciones al azar, encargándose el ambiente de llevar a cabo dicha selección. Se trata básicamente de un proceso de eliminación y reproducción diferencial que da como resultado la expresión de determinados fenotipos.
Utilizando un símil, la selección natural es como una aplanadora que a su paso solo deja que sobrevivan las especies que resisten esa presión.
La evolución cultural, por otra parte, consiste en transmitir información a través de un proceso de enseñanza-aprendizaje, independiente del parentesco biológico, que incluye todos los hábitos adquiridos y maneras de vivir del ser humano a lo largo de su historia social.
Este tipo de evolución trajo consigo un modo metaorgánico de evolución de la especie, mucho más rápido que el biológico, no regido por mutaciones genéticas al azar, porque las innovaciones culturales son producto de propósitos intencionales para optimizar su situación en el ambiente. Esta conducta en los seres humanos, determina la capacidad de anticipar las consecuencias de sus acciones, la capacidad de hacer juicios de valor, y la capacidad de escoger entre líneas de acción alternativas. Es decir, tener conciencia de sus actos y la voluntad para llevarlos a cabo.
En este contexto teórico podríamos abordar el problema del libre albedrío o voluntad del ser humano para elegir determinadas acciones, porque si el libre albedrío no es una apomorfia innata o instintiva del ser humano, ¿posee algún valor evolutivo?
Desde el punto de vista cultural sí, desde el punto de vista biológico no, a pesar de que la conciencia sea un atributo del bagaje biológico del ser humano y por tanto, un producto de la evolución biológica.
La libertad para elegir, al igual que las otras llamadas virtudes humanas como la prudencia, la templanza, la perseverancia, la conducta ética, la humildad, etc., se manifiesta en las comunidades humanas contraponiéndose a las conductas innatas o instintivas, esto es, a las pulsiones biológicas, que exige aprendizaje anterior al momento de tomar la decisión.
Immanuel Kant (1724–1804)
El libre albedrío, entonces, lejos de ser una condición universal de la humanidad, es una creación histórico-social. Tiene que ver con un proyecto de vida más que con un acto intencional, con lo que llamaba Aristóteles “hábito”; o lo que llamaba Spinoza “conciencia de la necesidad” o para darle un sentido a nuestra conducta y se convierta en norma o imperativo moral como lo llamaba Kant.
Pero, no obstante esto anterior, hay que enfatizar que el ser humano posee dos naturalezas, una naturaleza biológica y una naturaleza cultural. Su naturaleza biológica es el producto de la evolución biológica de la especie y es claramente visible en la conducta del ser humano moderno. Su naturaleza cultural es el resultado de la adquisición y almacenamiento de información extrabiológica, hecha posible gracias al desarrollo de la ciencia, la técnica y la cultura en general, pero, no hay que olvidarlo, estas son el producto de una actividad biológica: la actividad de nuestro cerebro. Por lo tanto, existe una relación dialéctica entre esas dos naturalezas.
Esto explica que muchas formas del comportamiento humano siguen siendo biológicas a las que la cultura ha tratado de suavizar o atenuar, como son las pulsiones sexuales y la agresividad. Es decir, no somos completamente biológicos ni completamente culturales.
Uno de los problemas derivados de esa relación es que la cultura no ha sido totalmente exitosa en la disminución o en el control de los impulsos sexuales y agresivos de los seres humanos. Esto es, el ser humano es un animal semicivilizado, sin señales apropiadas de inhibición de sus impulsos biológicos, y todavía más preocupante, esta relación entre la biología y la cultura es una relación a la que la ciencia tiende a dar más valor al factor genético que al factor cultural.
Es verdad que el desarrollo tecno-científico ha sido extraordinario, pero, ¿ha sido igual de extraordinario el desarrollo moral del animal humano? No, porque no ha podido encontrar soluciones eficaces para controlar sus impulsos biológicos. La evolución cultural no ha llevado necesariamente a una evolución moral exitosa en los seres humanos; la cultura no ha podido contrarrestar las pulsiones sexuales y la agresividad innatas de la especie derivadas de la interdependencia energética para sobrevivir y reproducirse. El ser humano ha utilizado todos los recursos científicos y tecnológicos que ha logrado en su evolución cultural para matar a otros seres vivos para alimentarse y apoderarse de los recursos de la biósfera, siempre desde una posición de poder, sea ésta física o tecnológica, y, en el caso de otros seres humanos, psicológica, económica, militar y política.
El libre albedrío, pues, tiene que ver con la condición misma del ser humano, que deja muy poco a la libertad para tomar las decisiones más justas.
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