Dos meses después de haberse producido la división en el Cuarto Consejo Nacional de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), a fines de junio de 1937, el Partido Comunista Mexicano (PCM) reconoce, en el informe al pleno de su comité central, que esa decisión constituye un error y decide que sus integrantes retornen al seno de la confederación, seguidos de los sindicatos que los habían acompañado en su aventura —excepto el Sindicato Mexicano de Electricistas—, pero el daño ya estaba hecho: las dos posiciones que tenía el PCM en el comité nacional se pierden, y solamente se reincorpora Juan Gutiérrez, del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM), y con ello la correlación de fuerzas al interior del comité ejecutivo, cambia a favor de “Los Cinco Lobitos”, encabezados por Fidel Velázquez.
Informe al comité central del PCM, 26 de junio de 1937
El regreso de los sindicatos que abandonaron el cuarto consejo, debido a la decisión del PCM, conocida como política de “Unidad a toda costa”, da pie a una nueva tergiversación de los hechos. Está muy difundida la falsa versión de que esa política le fue impuesta al PCM porque Vicente Lombardo Toledano le solicitó, por medio de una carta, su intervención al dirigente del Partido Comunista de Estados Unidos de América (PCUSA), Earl Browder, que también era integrante del buró político de la Internacional Comunista (IC).
Señalar que la solicitud fue hecha a Browder no es casual, ya que el dirigente del PCUSA no sólo apoya las políticas del presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, en la lucha contra los nazis, lo cual es correcto, sino que aplica la tesis del frente popular más allá de lo debido: además de impulsar medidas reformistas durante varios años, en 1944 transforma al PCUSA en Asociación Política Comunista (APC-USA). Su política, calificada de frente-populismo extremo —bautizada como “browderismo”— es la razón oficial de su expulsión del PCUSA en 1946.
Las desviaciones de Browder son utilizadas para tratar de identificar la política de Lombardo con el “browderismo”, y deducir que la política de “Unidad a toda costa” asumida por el PCM, es responsabilidad del dirigente de la CTM. Un ejemplo de este tipo de interpretaciones tendenciosas, totalmente ajenas a la realidad, que pretende ignorar que la decisión de cambiar la línea política sectaria del PCM vino de la IC y no de Browder, es la siguiente:
Browder convenció al PCM de regresar a la CTM y a la alianza con Lombardo (con quien también tuvo pláticas) […] ambos, el Partido Comunista Mexicano y Vicente Lombardo Toledano, mandaron informes de la escisión al Partido Comunista de EE. UU., se publicó la versión de Lombardo y no la de los comunistas mexicanos en el Daily Worker (periódico del PC en EE.UU.), un procedimiento muy extraño […] Browder apoyó a Lombardo, y sometió a sus lineamientos al PCM [1].
Periódico del Partido Comunista de Estados Unidos
Valentín Campa, en sus Memorias, también contribuye a difundir esa calumnia por medio de tres acciones; en primer lugar, cuando incluye la copia de la carta que supuestamente Lombardo dirige a Browder, en el anexo “Documentos”, le suprime el nombre del destinatario; en segundo lugar, encabeza la carta con una nota que señala que fue dirigida a “secretarios generales de varios partidos comunistas [2]”; en tercer lugar, incluye en el cuerpo de su libro, su versión, que “Browder escribió a la dirección del Partido Comunista Mexicano, anexando copia de una carta que le había dirigido Lombardo [3]”.
Campa, después de señalar que los que habían abandonado el cuarto consejo —a la que autocalifica de corriente democrática— actuaban desde el local del sindicato ferrocarrilero como organismo paralelo a la dirección de la CTM, plantea que esta “corriente democrática consideraba viable restablecer la unidad de la CTM, partiendo de que era la mayoría y su influencia en el movimiento sindical del país era cada vez mayor [4]”, y que la carta, enviada días después del cuarto consejo, reflejaba el reconocimiento de la difícil situación en que se encontraban Lombardo y Velázquez.
Pero los hechos, que siempre son más tercos que cualquier mentira o tergiversación, finalmente permiten conocer la realidad. La mencionada carta, en realidad está dirigida “Al Compañero Alejandro Losovsky, secretario general de la Internacional Sindical Roja” —de la cual Lombardo envió copia a diversos dirigentes comunistas—, y en ella se detallan los antecedentes inmediatos de la fundación de la CTM, el viaje de Lombardo a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la conducta asumida por el PCM, particularmente sus principales errores y sus negativos resultados. La carta no puede reflejar algún “reconocimiento de la difícil situación”, porque fue enviada 15 días antes de la realización del cuarto consejo, y no después de que se había generado la división.
Por su parte, el informe al pleno del comité central del PCM, también es explícito en el análisis de la conducta de sus miembros, y reconoce que fue un grave error abandonar el cuarto consejo; además, explica que el buró político (BP) se había pronunciado por la permanencia de todas las delegaciones pero que fue impotente para convencerlas, que el buró es responsable en su conjunto de esa debilidad, pero que:
Debe señalarse el hecho de que la fracción comunista del consejo no funcionaba y de que los delegados comunistas no cumplieron la directiva del BP. Y más aún, que fue un delegado comunista el que precipitó el desenlace declarando en una asamblea de las delegaciones descontentas que la Convención del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros había acordado retirar su delegación. La responsabilidad recae ante todo en los miembros del buró político que estaban presentes, en primer lugar el compañero Campa. Pero yo comparto esa responsabilidad, porque el compañero Campa me consultó por teléfono y me dejé convencer de que “era imposible volver al consejo [5]”.
De esa manera, con la indebida intervención del PCM en las decisiones de la CTM, se produjo, realmente, la primera división de la confederación, y los responsables de los negativos resultados obtenidos han tratado, durante décadas, de pasarle la factura de su comportamiento pequeño burgués, plagado de infantilismo izquierdista, a Vicente Lombardo Toledano.
Por esa razón, es importante recordar las posiciones de Lombardo ante el conflicto, expresadas durante el cuarto consejo; reflejan que tiene claro cuáles son los problemas de fondo que dan origen al enfrentamiento que lleva a la división. En su intervención en esa reunión expresa: “Los compañeros del Partido Comunista no han querido entender que la CTM es un frente único del proletariado, un frente general del proletariado y no una organización homogénea, no una organización coherente en cuanto a ideología, no una organización que deba obedecer a una opinión única y a una táctica única, y a una serie de disposiciones únicas”
Y rememora que al lado de otros colegas, desde el proceso que lleva a la creación de la CTM en 1936, insiste en que se incluya y se llame a todos los sectores, sin importar sus tendencias —excepto a aquellos francamente contrarios a la lucha de clases— para que formen parte de la central unificadora del proletariado de México.
Afortunadamente, aunque con más de cuatro décadas de retraso, algunos de los documentos que dan fe de la conducta de cada uno de los personajes aludidos, y de los responsables de aplicar la política de “Unidad a toda costa” se han hecho públicos, y ponen a cada quien en el lugar que le corresponde.
[1] Francie R. Chassen de López, Lombardo Toledano y el movimiento obrero mexicano (1917/1940), p. 240.
[2] Valentín Campa, Mi testimonio. Memorias… op. cit., p. 339.
A mediados de 1933 la Universidad Nacional Autónoma y la Confederación Nacional de Estudiantes emitieron la convocatoria al Congreso de Universitarios Mexicanos atendiendo la propuesta del IX Congreso Nacional estudiantil que se celebró en Toluca en 1932. El comité organizador quedó presidido por el rector Roberto Medellín, siendo representada la Universidad Nacional por Julio Jiménez Rueda y Vicente Lombardo Toledano, y los estudiantes por Luís Martínez Mezquida y Manuel Boneta. El Congreso tocaría cuatro rubros generales: a) Cuestiones administrativas y docentes, b) Orientación técnica, c) Relaciones escolares, y d) La importancia social de la universidad en el mundo actual. Las universidades estatales enviarían a sus respectivos representantes como delegados y lo mismo harían las federaciones estudiantiles locales, quedando a consideración de los organizadores la invitación de colaboradores con derecho a voz, pero no a voto.[1]
Entre las consideraciones que justificaban la realización del congreso se decía: “Que ha llegado el momento de que los centros de cultura de la República hagan una labor de acercamiento espiritual entre todos sus componentes para dar una orientación a la enseñanza universitaria que esté más en consonancia con el momento actual que vivimos”, por lo que entre los temas que se tratarían estaba el “estudio de la posición ideológica de la universidad frente a los problemas del momento”, además de la “uniformidad de los planes de estudio y programas de las facultades y escuelas”.[2]
Anfiteatro Simón Bolívar. Foto de Rodrigo Vázquez
El Primer Congreso de Universitarios Mexicanos se inauguró el 7 de septiembre en el Anfiteatro Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria con la presencia del general Abelardo Rodríguez, quien fue distinguido como presidente honorario por el comité organizador que además designó a Narciso Bassols, secretario de Educación Pública y a Antonio Caso, ex rector de la Universidad Nacional, como miembros honorarios. Fueron acreditadas delegaciones de 21 entidades del país. Se anunció que el acto inaugural consistiría en una alocución de Guillermo G. Ibarra, presidente de la Confederación Nacional de Estudiantes, “y dos discursos, uno a cargo del rector de la Universidad de Guadalajara, doctor Enrique Díaz de León, representando a las delegaciones de los estados, y otro del señor rector de la Universidad de México, químico Roberto Medellín”, quedando a cargo de la Facultad de Música, la parte artística del programa.[3]
La inauguración del congreso había servido, según se dijo en La Prensa, “para iniciar una fluencia de conceptos” a fin de reconsiderar la imagen pública de la universidad a partir de su función en la sociedad, porque incluso era vista con desconfianza por funcionarios del gobierno, generando en la población cierta “hostilidad como enderezada a una clase de privilegio”. Al respecto, el rector Medellín consideró que “la universidad debe ser el organismo superior de orientación en la posición ideológica que la revolución debe asumir”,[4] para que dejara de ser vista como “semillero de espíritus retrógrados y fábrica de profesionales que se mantienen ajenos a los dolores y a las angustias del pueblo, encasillados en su egoísmo y su conveniencia”.[5]
Llamaron la atención desde un inicio las discusiones dentro de la segunda comisión del congreso, encargada de resolver la orientación ideológica que se le daría a la educación superior en nuestro país. Esa comisión quedó presidida por Vicente Lombardo Toledano, integrándola además Luís Sánchez Pontón, Genaro Ángeles y por Jalisco el doctor Ramón Córdoba, profesor Alberto Terán y pedagogo Saúl Rodiles, quienes defendieron una posición que los llevó, según el diario El Jalisciense a aprobar “los lineamientos principales, que fijan normas completamente izquierdistas para los métodos, programas, doctrinas y textos que se aprueben para el futuro de la vida de nuestras universidades.”[6] La segunda comisión también abordó el tema de la creación de bachilleratos especiales en concordancia con las escuelas y facultades universitarias, avanzando además en la uniformidad de los estudios preparatorios en el país con el establecimiento de normas generales en ese rubro.[7]
Enrique Díaz de León. Rector de la Universidad de Guadalajara
Los acuerdos tomados en las comisiones serían presentados en la sesión plenaria para que, en su caso, fueran aprobadas por la totalidad de los delegados del congreso, aunque se pronosticaron debates muy interesantes debido a las opiniones divididas, especialmente ante el dilema de considerar a la universidad mexicana sólo como un laboratorio de alta cultura o si debía “tomar parte en la revolución social que conmueve nuestro tiempo”.[8]
Al respecto, el rector de la Universidad de Guadalajara, Enrique Díaz de León, ya había declarado que “la universidad debe ser izquierdista, haciendo para ello una selección rigurosa de catedráticos y trazando una ideología que responda a esa aspiración”.[9] Esto fue considerado como una “amenaza imposicionista” que tenía como propósito, según la prensa reaccionaria, “la propaganda de un radicalismo comunista, copiado, como siempre, del bolchevique ruso, a fin de estimular el proceso revolucionario, agitando a las multitudes desde las cátedras universitarias”, lo que incluso se consideraba subversivo porque “si bien es verdad que en México el Estado se inclina hacia el socialismo, siempre ha desechado los extremos comunistas, persiguiéndolos, en ocasiones como delictuosos”.[10] Para el autor de la nota, iba a ser necesario reformar el artículo tercero constitucional para permitir que la universidad tuviera una orientación ideológica, pues esta iba en contra del laicismo, entendido como “neutralidad”.[11]
La comisión presidida por Lombardo Toledano presentó sus conclusiones, adoptando la ponencia presentada a nombre de la Universidad Nacional en la que se destacaba que:
“Las universidades y los institutos de carácter universitario del país, tienen el deber de orientar el pensamiento de la nación mexicana,” siendo la orientación de sus cátedras e investigaciones tendiente “a la sustitución del régimen capitalista por un sistema que socialice los instrumentos y los medios de la producción económica”. En este sentido, se determinó que “la historia se enseñará como la evolución de las instituciones sociales, dando preferencia al hecho económico como factor de la sociedad moderna, y la ética como una valoración de la vida que señale como norma de la conducta individual el esfuerzo constante dirigido hacia el advenimiento de una sociedad sin clases, basada en posibilidades económicas y culturales semejantes para todos los hombres”.[12]
Asimismo se dijo que las instituciones de educación superior contribuirían “al estudio de nuestro régimen de gobierno; con el propósito de iniciar ante el Estado la organización de sistemas, de instituciones o de procedimientos que mejoren las condiciones económicas y culturales de las masas, hasta la consecución de un régimen apoyado en la justicia social”. Además, se consideró importante que “para lograr la formación de verdaderos investigadores y de técnicos de capacidad superior, deberá proveerse en forma vitalicia a las necesidades económicas de los elementos de cualidades de excepción, para que estos dediquen desde que sean estudiantes, con tranquilidad de espíritu y con entusiasmo, sus energías a la investigación científica”.[13]
En una sesión plenaria con el carácter de permanente que se celebró el 13 de septiembre, fueron presentadas las ponencias y conclusiones de las comisiones primera, segunda y tercera, quedando aprobadas “las conclusiones relacionadas con la uniformidad de los planes de estudio y programas de las facultades y escuelas, los reglamentos de ingreso a las facultades y escuelas universitarias, así como la ponencia de la Universidad Nacional Autónoma sobre la posición ideológica de la universidad frente a los problemas del momento”.[14] Sin embargo, esta última fue objeto de un acre debate al día siguiente, antes de ser clausurado el congreso debido a que Antonio Caso envió una nota al rector Medellín diciendo estar en desacuerdo con la postura de los integrantes de la segunda comisión, por lo que fue invitado a exponer sus juicios al respecto.[15]
En el siguiente artículo abordaré el debate entre Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano dentro del Congreso de Universitarios Mexicanos y sus repercusiones en la prensa.
* Fragmento de la investigación “El conflicto universitario de 1933 en la prensa mexicana” presentada como ponencia en el VIII Coloquio La prensa como fuente para el análisis en las ciencias sociales realizado en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca en noviembre de 2013.
[1] “Convocatoria para el Congreso de Universitarios Mexicanos”, en Revista Universidad de México, Tomo VI, No. 31 y 32, Mayo-Junio de 1933. Información Oficial, pp.: 125-126. Archivo Histórico de la UNAM.
[3] “Inaugurará hoy el señor Presidente el Congreso Universitario Mexicano. Veintiuna delegaciones asistirán a esa asamblea, en la que estarán representadas las universidades del país”, en Excélsior, 7 de septiembre de 1933, Archivo Histórico de la UNAM, Colección: Memoria Universitaria, Sección: Publicaciones Periódicas, Sub-sección: Noticias Universitarias, en adelante AHUNAM.
El Partido Popular, surgido a la vida pública en 1948, tuvo como un antecedente concreto el análisis riguroso de la realidad de México, de acuerdo con el método marxista, que se realizó un año antes, en la Mesa redonda de los marxistas mexicanos, donde se consideró necesaria su creación como instrumento idóneo para la lucha de la clase trabajadora por sus objetivos inmediatos.
En la Mesa Redonda de los marxistas mexicanos se consideró necesario organizar el Partido Popular.
Como vimos antes, en la citada Mesa redonda, al plantear los objetivos inmediatos de la transformación de México, Lombardo dijo que: 1) La Revolución Mexicana de 1910 no se había propuesto como objetivo inmediato el socialismo, para lo cual indudablemente no existían las premisas necesarias en una sociedad pre-capitalista como era la nuestra, y ni siquiera se daban cuando se realizaba este debate, en 1947. 2) Las fuerzas más avanzadas de la sociedad, por tanto, habían aspirado a destruir la estructura semifeudal y esclavista y desarrollar las fuerzas productivas de la nación, objetivo que seguía siendo vigente para el proletariado, y que además compartían otras fuerzas que, para el momento, se podrían calificar como progresistas. 3) La Revolución además se había propuesto como objetivo medular la emancipación de la nación respecto del imperialismo, que de igual manera se mantenía vigente. 4) Otro propósito fue el establecimiento de un régimen democrático popular, por el cual también había que seguir luchando. Así resumió los objetivos que, de acuerdo con un riguroso análisis marxista, correspondían al desarrollo que habían alcanzado las fuerzas productivas del país en 1910 y que no habían variado cualitativamente 37 años después; objetivos que, en la lucha por alcanzarlos, podían sentar las bases para nuevas transformaciones revolucionarias, rumbo a la sociedad sin propiedad privada de los medios de producción y cambio, la sociedad socialista.
Además, como también vimos antes, otros fines más concretos, planteados por Lombardo en la Mesa redonda de los marxistas mexicanos, serían industrializar al país para romper el desequilibrio que existía entre el desarrollo agrícola y el industrial, y como la fórmula principal para desarrollar las fuerzas productivas. Para el mismo fin habría que orientar el crédito público y privado a propósitos reproductivos y no a finalidades especulativas, como de manera indebida se venía haciendo hasta entonces, incluso en tiempos de un gobierno tan progresista como el de Lázaro Cárdenas. Los objetivos y el programa del proletariado y las fuerzas progresistas de México, ya señalados, se podrían resumir de manera apretada en tres puntos: a) la emancipación económica del país; b) la elevación del nivel de vida del pueblo, y c) la obtención de mejores condiciones democráticas, que vendrían a ser los puntos programáticos fundamentales que enarboló el Partido Popular.
Otros rasgos que debería tener el partido.
Agruparía a las amplias masas de obreros, campesinos, intelectuales y sectores medios de la población, a miles y miles de hombres y mujeres
¿Qué otros rasgos deberían caracterizar al partido propuesto en la Mesa redonda y surgido de sus debates? Dado que la clase obrera debería ser la que dirigiera la Revolución Mexicana en lo sucesivo, y ya no capa alguna de la burguesía, porque, como lo precisó Lombardo, se trata de una clase social débil e inconsistente frente al enemigo principal, el imperialismo –aun la que pudiera considerarse como progresista–, y porque, como también lo fundamentó el teórico marxista, sin la dirección del proletariado, los objetivos señalados no podrían alcanzarse, el partido no podría depender del Estado, ni directa ni indirectamente; tendría que ser plenamente independiente del gobierno.
Asumiéndose completamente independiente del gobierno, que se calificaba como un gobierno revolucionario, ¿cómo debería ser la relación del partido con el poder público? Tomando en cuenta que tanto el gobierno como el nuevo partido popular, sin depender ninguno del otro, coincidían sin embargo en postular el programa de la Revolución Mexicana, el partido habría de colaborar con aquél en el desarrollo de dicho programa; sometería los actos del gobierno a examen crítico de manera constructiva; pública y enérgicamente señalaría los errores en que incurrieran el Presidente de la República, los diversos funcionarios o el gobierno en su conjunto, y denunciaría las desviaciones en que incurrieran respecto al citado programa, así como su incumplimiento. El gobierno, por su parte, debería apoyarse en esa fuerza popular organizada y “dar pasos decisivos sin temor a la presión de las fuerzas contrarias ante la debilidad hasta hoy crónica de las fuerzas políticas y sociales del sector revolucionario.”[3]
Por otra parte, puesto que sus objetivos implicaban una transformación profunda de la estructura económica y las superestructuras de México, y dado que tales propósitos sólo podrían alcanzarse por medio de una amplia alianza de fuerzas, ajena a todo sectarismo, tendría que ser un gran frente revolucionario y debería estar integrado no solamente por la clase obrera, sino también por la clase campesina, los ejidatarios, los auténticos pequeños propietarios agrícolas, los peones y aparceros, la clase media: maestros, pequeños comerciantes, profesionistas, intelectuales y burócratas. Su dirección debería ser rigurosamente representativa, formada por exponentes de las clases sociales integradas al partido, en proporción a sus fuerzas.
El programa del partido tendría que corresponder rigurosamente a sus objetivos. De acuerdo con la concepción de Lombardo, en el ámbito nacional, tendría que
“luchar por la emancipación de la nación, por el desarrollo económico del país, por la revolución industrial de México, por la elevación del nivel de vida del pueblo, por el perfeccionamiento de las instituciones democráticas”.
Y por cuanto al panorama internacional, lucharía
“por la conservación de la paz, por la exterminación del fascismo, por la independencia de los países coloniales, por la emancipación de los países semicoloniales, por la política de la Buena Vecindad y por la unidad de la América Latina”.[4]
Además, el partido de nuevo tipo debería nacer de abajo hacia arriba, y no de arriba hacia abajo, como casi todos los que se habían formado en México en los últimos tiempos. Se afiliarían los hombres y mujeres que aceptaran su programa, directa y espontáneamente, no en masa ni obligados o inducidos por autoridades o dirigentes. Los miembros del partido, manejarían directa y democráticamente los órganos del partido en los municipios, los estados y en el plano nacional.
No sería un partido cuya actividad se concretara a los procesos electorales, sino que atendería tareas permanentes, como la educación sistemática y constante del proletariado y de las grandes masas del pueblo. “Formará los nuevos cuadros que requiere este período histórico de la vida de México, y estimulará y promoverá de un modo constante a los nuevos elementos en formación, en cualquier lugar en donde se hallen, en las comunidades agrarias, en los pequeños poblados, en las ciudades, en los centros de cultura.”[5]
El nuevo partido, en las condiciones de 1947, debería ser uno que agrupara a las amplias masas de obreros, campesinos, intelectuales y sectores medios de la población, a miles y miles de hombres y mujeres, “porque frente a los grandes problemas que México tiene que resolver en este período histórico, postular la autosuficiencia del proletariado sería un sectarismo ridículo.” No podría ser un partido marxista “porque ya existe el Partido Comunista Mexicano, y crear otro semejante equivaldría, aunque se diga lo contrario, y aunque se quisiera lo contrario, a inaugurar una lucha infecunda entre partidos marxistas, que podría tener graves repercusiones en la vida política general.[6]
En la Mesa redonda de los marxistas mexicanos se registró un consenso en torno a las proposiciones de Lombardo, puesto que en su seno, aunque hubo discrepancias y apreciaciones diversas sobre los variados que se examinaron –y también coincidencias que dieron pie a futuras acciones conjuntas– no hubo expresión alguna de rechazo al documento central, “Objetivos y táctica de lucha del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país”, presentado por Lombardo, que incluyó la proposición de forjar en Partido Popular con las características señaladas.[7]
[1]Octavo fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”, recién concluida, y que próximamente será publicada por el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.
[2]Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.
[3]Mesa redonda de los marxistas mexicanos, CEFPSVLT, México. 1982. Pág. 69.
[7] En los debates participaron: Jorge Fernández Anaya, Dionicio Encina, Blas Manrique y Carlos Sánchez Cárdenas, del Partido Comunista Mexicano; Valentín Campa, Manuel Meza Andraca y Hernán Laborde, de Acción Socialista Unificada; Jesús Miranda, Luis Torres, Leopoldo Méndez y José Revueltas, del Grupo “El Insurgente”; David Alfaro Siqueiros, de la Sociedad Francisco Javier Mina –que solicitó participar en la mesa redonda cuando se había instalado y fue aceptada–; Miguel Mejía Fernández, Rodolfo Dorantes y Enrique Ramírez y Ramírez, de la Universidad Obrera; Víctor Manuel Villaseñor, Rafael Carrillo, Narciso Bassols y Juan Manuel Elizondo, como invitados, a título personal, cada uno por separado, y Vicente Lombardo Toledano, el convocante y ponente central.
Las revoluciones antiimperialistas; su carácter nacional y clasista.- La Revolución Mexicana.[1]
Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]
Como vimos en el fragmento anterior, el objetivo de destruir las relaciones de producción, esclavistas y feudales y sustituirlas por otras, superiores, venía quedando pendiente. La revolución por la independencia, encabezada por Hidalgo y Morelos, que como Lombardo lo analiza desde el punto de vista marxista, fue sobre todo, una guerra de clases antiesclavista y antifeudal, logró independizar políticamente a México, pero no alcanzó sus objetivos más trascendentes, de transformación profunda, económica y social. Por eso, porque el desarrollo de las fuerzas productivas no se correspondía con el arcaico modo de producción, estalló la lucha casi de inmediato, de nueva cuenta, y tomó la forma de un conflicto entre liberales y conservadores, y que no tuvo las causas superficiales que le han esgrimido los historiadores no marxistas. Triunfaron los liberales. Se formularon las Leyes de Reforma, que abrieron paso al posible destrabamiento de las fuerzas productiva, pero poco después, al instaurarse la dictadura de Porfirio Díaz, se truncó otra vez el proceso revolucionario que se venía desplegando. Así llegó el pueblo mexicano a los umbrales del siglo XX y a los momentos en que aparecía en el mundo el fenómeno del imperialismo, dentro de un modo de producción complejo, semiesclavista, semifeudal, con fuertes supervivencias del modo comunal de producción.
…luego del surgimiento del imperialismo de manera inevitable tendrían que aparecer las luchas antiimperialistas, de liberación nacional…
Porque, en efecto, el imperialismo, por cuanto se refiere al definitivo reemplazo del capitalismo de libre cambio en Europa, como Lenin lo escribió, ocurrió “… precisamente a principios del siglo XX”. El genio de la Revolución de Octubre citó enseguida la crisis económica de 1900-1903, como el momento en que “los cárteles se convierten en una de las bases de toda la vida económica”, con lo cual “el capitalismo se ha transformado en imperialismo.”[3] Ahora bien, recién rebasada la primera mitad del siglo XIX, y con más fuerza en su último tercio, los capitales imperialistas de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, sobre todo, ya se habían lanzado a capturar los mercados de los países cuyo rezago en el desarrollo de sus fuerzas productivas los convirtió en presas fáciles para sus propósitos de despojo.
Siendo ambos, capitalistas, es antimarxista pretender equiparar a los países imperialistas con los dependientes.
Lo cierto es que desde la aparición del fenómeno del imperialismo hasta nuestros días, el mundo capitalista se divide en dos: un conjunto de potencias capitalistas –a las que en lenguaje común, se les llama países “capitalistas desarrollados”– y otro conjunto, mucho mayor por su número y población, de países también capitalistas, pero subordinados. Aunque ambos son capitalistas, las formas en que se expresa el capitalismo en unos y otros contiene diferencias abismales que se reflejan en las relaciones de producción, en la conformación de las clases sociales y en múltiples aspectos estructurales y sobre-estructurales, por lo es criticable, por antimarxista y subjetivista, pretender equipararlos cuando se examinan los objetivos inmediatos y mediatos de la lucha revolucionaria, así como la estrategia y la táctica.
La Revolución Mexicana, la primera revolución antiimperialista, de liberación nacional en el mundo…
Por las contradicciones que se generan entre ambos conjuntos de países, y las relaciones clasistas que entrañan, se puede afirmar que luego del surgimiento del imperialismo de manera inevitable tendrían que aparecer las luchas de liberación nacional –luchas esencialmente antiimperialistas– por parte de los pueblos sometidos, de las cuales la Revolución Mexicana de 1910 fue la primera en el mundo.
Al momento en que Inglaterra y Estados Unidos, entre los primeros, alcanzaron la etapa de la exportación de capitales, México quedó como receptor y víctima, por tanto, del saqueo imperialista. La base económica de nuestra dependencia fue el rezago de nuestras fuerzas productivas acumulado durante los trescientos años de coloniaje, desde que la invasión española sojuzgó a los pueblos indígenas y, con ello, impidió que el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas siguiera el curso descubierto por Marx. En vez de eso, desde fuera y por la fuerza les impuso un doble modo de producción esclavista y feudal, sujeto además a múltiples trabas para su ulterior desarrollo. Luego, en los inicios del último tercio del siglo XIX, cuando los liberales, encabezados por Juárez, recién emergieron victoriosos sobre los conservadores, abrieron los cauces para el desenvolvimiento económico, con las Leyes de Reforma. Pero la irrupción de los capitales imperialistas lo impidió, como lo analiza el Maestro Lombardo:
La irrupción externa impidió que el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas siguiera el curso descubierto por Marx…
“Cuando finalmente el liberalismo triunfa, se desarrollan las fuerzas productivas, aumenta la producción económica, las relaciones de producción comienzan a cambiar, los pueblos se liberan de la esclavitud, el feudalismo servil empieza a encontrar modalidades que atenúan la explotación humana, el Estado tiene más posibilidades de desarrollo. Pero aparece un personaje en nuestro drama histórico.
“Ese personaje que no nos ha soltado desde entonces, y qué daños irreparables nos ha creado, nos ha producido. Este personaje es la inversión de los capitales extranjeros y su intervención en la vida interna de nuestro país, influyendo en su vida política y también en sus vínculos internacionales”[4]
Desde el punto de vista marxista, la Revolución Mexicana no podría tener un carácter socialista.
Por el momento histórico en que se produce, por los rasgos del modo de producción que predominaba en México y por las clases sociales que conformaban su sociedad, la Revolución Mexicana no podía tener un carácter socialista…
Por el momento histórico en que se produce, y por los peculiares rasgos del modo de producción que predominaba en México y las clases sociales que conformaban su sociedad, como lo examina Lombardo, con riguroso apego al pensamiento marxista, Revolución Mexicana no podía tener un carácter socialista:
“Era evidente que la Revolución de 1910… no podía llegar al socialismo en aquél tiempo; no existía la clase obrera, no existía inclusive la burguesía nacional como una fuerza determinante; no existían las condiciones materiales objetivas ni subjetivas para un movimiento de esta trascendencia.”[5]
Pretender, a posteriori, que lo hubiese sido si tal o cual facción hubiese superado a otra, o si hubiesen sucedido tales o cuales hechos concretos u otros hubiesen dejado de ocurrir, como a veces especulan algunas personas, significa incurrir en el subjetivismo, que es absurdo por cuanto prescinde de realidad; además, implica, ignorar un principio fundamental del marxismo, según el cual
Ya que es imposible que las fuerzas productivas del modo capitalista desarrollen todo su potencial cuando ni siquiera ha surgido este sistema como dominante respecto de otros modos de producción previos, precapitalistas, en una sociedad en concreto.
La Revolución Mexicana fue consecuencia… de la intervención del imperialismo extranjero en la vida doméstica de México …
En efecto, el desarrollo de las fuerzas productivas, en nuestro caso –como ya hemos visto–, no era el de una sociedad capitalista, cuyas contradicciones internas, al agudizarse, abran la puerta a la transición revolucionaria al socialismo, sino de una sociedad esclavista y simultáneamente feudal, esto es, precapitalista. Sus contradicciones internas tenían ese carácter, y lo necesario para destrabar las fuerzas productivas era demoler esas relaciones sociales, esclavistas y feudales. Consecuentemente, nuestra revolución se planteó la destrucción del latifundio, llevar adelante una profunda Reforma Agraria y lograr la industrialización del país, destrabando de esa manera las fuerzas productivas. La revolución tuvo un carácter democrático-burgués, pero en nuestro caso había contradicciones de origen externo, además de las internas, que no existieron en el caso de la Revolución Francesa, ni las otras revoluciones democrático burguesas previas, las contradicciones que se dan entre el imperialismo y el país receptor de sus capitales, es decir, el país dependiente, saqueado por aquél. Se trató de un ingrediente nuevo, distinto de los que engendraron las revoluciones burguesas clásicas.
El imperialismo, obstáculo gigantesco para el desarrollo de las fuerzas productivas de los países dependientes.
El despojo que se realiza por medio de las inversiones extranjeras y el envío al exterior de las utilidades, junto con muchas otras riquezas naturales de la nación, viene a ser, en los tiempos del imperialismo, un obstáculo gigantesco para el desarrollo de las fuerzas productivas propias. Por eso, hacía falta una revolución de carácter antiimperialista, de liberación nacional, como denominó Lombardo a la nuestra, estallada en 1910 y culminada jurídicamente en 1917.[7] Por eso el ideólogo marxista la definió con precisión como “una revolución democrático-burguesa y antiimperialista”. Este último rasgo la distingue de las revoluciones democrático burguesas, como la Revolución Francesa, que se produjeron antes de la aparición del imperialismo sobre la faz de la Tierra, porque la nuestra tenía que fijarse también el objetivo de liberar al país de la dependencia respecto del imperialismo, y lograr que México fuera para los mexicanos. Lombardo Toledano lo dice así:
“La Revolución Mexicana fue una revolución democrática, antifeudal, y antiimperialista. Técnicamente calificada, fue una revolución democrático-burguesa; pero a diferencia de las revoluciones de ese género realizadas en Europa y en la América del Norte durante los siglos XVIII y XIX, la nuestra se produjo en un país semicolonial, al lado de la potencia capitalista más grande de la historia y en el periodo del imperialismo, cuya primera gran contienda entre sus integrantes fue la guerra mundial de 1914-1918, por un nuevo reparto de los países atrasados de Asia y África, y de zonas de influencia en los diversos continentes de la Tierra.”[8]
Y cuando habla de sus múltiples y complejas causas, el pensador y dirigente de la clase trabajadora y el pueblo explica:
“La Revolución iniciada en 1910 fue consecuencia del régimen económico establecido por la monarquía española desde el siglo XVI, y modificado sólo en sus aspectos secundarios, durante noventa años del México independiente. Fue consecuencia también de la supervivencia de las formas esclavistas y feudales de la vida social. Y fue consecuencia, así mismo, de la intervención del imperialismo extranjero en la vida doméstica de México a partir de la segunda mitad del siglo XIX.”[9]
…es natural que la Revolución Mexicana tuviera un carácter profundamente transformador de la realidad, tanto como podía serlo en aquel momento histórico concreto del mundo y de México y de acuerdo con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas de nuestra sociedad…
Habiendo sido, como se dijo, una revolución antiesclavista y antifeudal, y al mismo tiempo una revolución antiimperialista, de liberación nacional, es natural que la Revolución Mexicana tuviera un carácter profundamente transformador de la realidad, tanto como podía serlo en aquel momento histórico concreto del mundo y de México y de acuerdo con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas de nuestra sociedad.
Criticarla, desde una perspectiva aparentemente marxista, como hacen algunos autores desde el ámbito de la academia, o algunos actores de la lucha política, acusándola de no haber sido una verdadera revolución por no haber tenido el carácter de socialista, significa ignorar el A, B, C del materialismo histórico, es decir, las ideas básicas del marxismo sobre el desarrollo de los modos de producción y su estrecha relación con la base económica de la sociedad; de las transiciones entre unas y otras etapas de la historia y de las luchas revolucionarias de las clases oprimidas como motor de la historia.
Pensador riguroso, hizo importantes aportes a la concepción marxista del desarrollo de la historia…
Porque a partir de la aparición y expansión del imperialismo, la lucha de clases tuvo una forma más de expresión, antes desconocida: la lucha de la clase trabajadora de los países penetrados por el capital imperialista –lucha que en este caso no debe librar sola, sino con múltiples aliados de otras clases y capas de la sociedad– contra esos capitalistas externos, en su calidad de propietarios de medios de producción y cambio –y por tanto directamente explotadores de los trabajadores—pero también en su calidad de saqueadores de la nación en su conjunto. Por esta razón, Lombardo planteó certeramente en la Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, como ya dijimos, que, en nuestro caso, “la Revolución, además de ser una Revolución que conviene al proletariado, es una Revolución que conviene al resto de la nación mexicana”.[10]
Considero pertinente enfatizar que para múltiples sectores de la población, que son víctimas del imperialismo, la lucha contra éste solamente entraña una lucha nacional por la liberación; pero para los trabajadores es eso mismo y, además, una forma muy aguda de la lucha de clases, puesto que los capitales imperialistas son doblemente explotadores de todos aquellos que viven de su trabajo personal. E implica una forma especialmente compleja de relación entre la clase trabajadora y la burguesía nacional, porque una franja de ésta tiende a aliarse con el capital imperialista y, por tanto, es enemiga frontal de la clase trabajadora, pero otra franja, victimada por el imperialismo, tiende a confrontarlo –aunque lo haga con debilidad y vacilaciones—, y no por eso deja de explotar a los trabajadores. La clase trabajadora debe combatir a esta franja de la burguesía, en tanto que es su enemiga de clase, pero al mismo tiempo, debe formar alianzas transitorias con ella para enfrentar al imperialismo que toma la calidad de enemigo común de ambas clases sociales, y a la vez, de principal enemigo de los trabajadores.
Esta complejidad de la lucha de clases en los países penetrados por los capitales imperialistas resulta de difícil comprensión para quienes apenas se asoman a los aspectos más elementales y generales de la ideología de la clase obrera; y a quienes conciben lo revolucionario con la repetición de citas, de manera suelta, fuera de contexto, y la copia al carbón de las acciones concretas que la clase trabajadora emprendió en la Rusia de los zares o en otras partes, cuya realidad era diferente. A eso obedecen muchas de las divergencias entre Lombardo y el lombardismo, por una parte, y sus críticos y fustigadores “de izquierda”, por la otra.
[1] Séptimo fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”. Próximamente aparecerá publicada por el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.
[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.
[4] Vicente Lombardo Toledano. “Las tesis fundamentales de las constituciones de México”. Serie de conferencias que dictó en la Universidad de Guanajuato, en el año de 1966. Disponible en Escritos acerca de las Constituciones de México Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales VLT, 2 tomos.
[5] Vicente Lombardo Toledano. “La línea estratégica del PPS: no ponerse al margen ni aislarse de la vida nacional. Discurso pronunciado en la cena de año nuevo del PPS, el 7 de enero de 1967, publicada por la revista Política fechada el 1 de enero del mismo año. Pág. XXXIII.
[6] Karl Marx, Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm
[7] Vicente Lombardo Toledano, “La Revolución Mexicana cumple su destino de liberación nacional”, El Popular, 17 de julio de 1938. Disponible en CEFPSVLT, OHC, 1938.
[8] Vicente Lombardo Toledano, Carta a la juventud sobre la Revolución Mexicana, su origen, desarrollo y Consecuencias, 1960, pág. 20. Disponible en CEFPSVLT, OHC, 1960.
[9] Ibidem.
[10] Vicente Lombardo Toledano. Mesa redonda de los marxistas mexicanos. CEFPSVLT, México. 1982, pág. 58.
Un recorrido por los trabajos académicos, artículos periodísticos, debates parlamentarios, conferencias, y participación sindical de Vicente Lombardo Toledano nos permite seguir puntualmente el progreso de su formación intelectual, que pasa del conocimiento superficial del marxismo, a la aceptación parcial de los planteamientos de Carlos Marx, para concluir identificándose plenamente con la filosofía del proletariado.
En 1919, en su tesis para optar por el título de abogado, presentada en la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la Universidad Nacional de México, hace referencia al marxismo basado en fuentes secundarias —en comentarios o análisis de diversos autores respecto de las obras de Carlos Marx y Federico Engels—, debido a la inexistencia en México de las obras de los fundadores del socialismo científico.
Lombardo argumenta que el socialismo en los términos clásicos no existe, pero que parte del Manifiesto del Partido Comunista del que afirma —repitiendo la opinión de su maestro Antonio Caso— que es el documento más importante del siglo XIX. Dice que los fundadores de la Internacional Carlos Marx, Ferdinand Lassalle y Federico Engels, interpretaron la doctrina hegeliana en su sentido materialista; opina que Carlos Marx es el individuo más importante en la historia de las doctrinas morales y políticas del siglo XIX; respecto de las ideas marxistas, asevera que los resultados lógicos de sus enseñanzas constituyen un juicio irreverente sobre la conducta humana, y que las consecuencias de la puesta en práctica de tales ideas, las hace responsables del desquiciamiento social en muchos pueblos de la Tierra y la convulsión de todas las instituciones políticas; para concluir sus comentarios acerca del marxismo, sostiene que al grito de Marx: “¡Agrupaos, proletarios del mundo!” han contestado el “maximalismo”, el “bolchevismo”, los “trabajadores del mundo” y los “espartacos” de Alemania [1].
Al abordar los efectos prácticos de la teoría marxista, y expresar su opinión acerca del socialismo y del marxismo: considera que el socialismo puro —del que considera que su mayor representante es Pierre-Joseph Proudhon—, es una doctrina justa, que sería un factor decisivo para la reconstrucción mundial que se inicia, si no fuera porque ha sido encubierta por otras teorías audaces, que son falsas como doctrinas científicas, pero más halagadoras para las clases obreras, debido a Marx y a sus discípulos, ejemplifica con el tema de la demanda del reparto de utilidades de las empresas, que tiene su origen en la teoría marxista de la supervalía [plusvalía], que ha sido construida basada en una falsa teoría del valor, que tanto Marx como sus comentadores han presentado, para no hacer discutible su origen, como resultado de las más estrictas pesquisas científicas [2]”.
La bibliografía que utiliza para desarrollar el tema —como era de esperarse por la inexistencia de traducciones al español— no incluye una sola de las obras de Marx o de Engels, y “en las notas marginales de su discusión sobre Marx apenas figuran dos trabajos secundarios bien oscuros [3]”: La reforme économique et social (1918), del economista Georges Valois —seudónimo de Alfred-Georges Gressent (1878-1945)—, quien después vinculó tradicionalismo y fascismo en su obra L’économie nouvelle (1919), y La filosofía Alemana desde Kant (1906), de Richard Falckenberg.
A partir de esos trabajos, rebate uno a uno los postulados marxistas de tiempo de trabajo necesario y tiempo de trabajo adicional, y sin dejar de reconocer que Marx en algunas ocasiones ha realizado críticas muy justas y muy penetrantes, afirma que analizó la cantidad, pero se olvido de la calidad del trabajo, del aporte intelectual del individuo o individuos que dirigen la producción y también del interés personal del empresario, al que considera elemento necesario para la consumar el proceso de producción. A partir de esos planteamientos, Lombardo califica a la teoría de la plusvalía de colosal absurdo y razonamiento pueril. Además, al referirse a las características del país en ese momento, llega a la conclusión de que es necesario, después de tantos años de luchas intestinas, no solamente dar libertad, sino incluso ayudar a todos los que realizan esfuerzos productores, porque México necesita de la presencia de los capitales extranjeros que de seguro no estarían dispuestos a invertirse en México si no cuentan con amplias garantías de libertad [4]”.
En toda su tesis se refleja su concepción contraria al marxismo, y a la vez, “su posición filosóficamente idealista, con énfasis sobre la libre voluntad y el deber moral [5]”, característica del periodo temprano de su transformación ideológica y política.
Dos años después, en julio de 1921, entre sus actividades sindicales se encuentra —debido a su condición de dirigente magisterial—, su elección como delegado a la Tercera Convención Nacional de la CROM, que se realiza en Orizaba, Veracruz. En otro ámbito, pero siempre relacionado con la vida de los sindicatos, organiza y dirige el Grupo Solidario del Movimiento Obrero en febrero de 1922; dicho grupo está constituido por artistas, escritores e intelectuales, y su objetivo consiste en vincular a este sector con los trabajadores organizados en la CROM.
Un mes después, en su libro Ética. Sistema y método para la enseñanza de la moral en las escuelas elementales y profesionales, descalifica nuevamente al marxismo, y también enjuicia al anarquismo y al liberalismo; mientras del último sostiene que es “totalmente falso”, respecto de los dos primeros matiza su opinión, los considera falsos, pero afirma que algo encierran de verdad “como todas las reivindicaciones profundas de la humanidad en contra de sus tiranos [6]”. En ese momento los cambios en su pensamiento son apenas perceptibles, en esencia mantiene el énfasis “en la libre voluntad y la naturaleza absoluta de la idea [7]” de claro corte idealista filosófico.
En septiembre de 1923, en la Quinta Convención Nacional de la CROM, realizada en Guadalajara, Jalisco —en la que es electo miembro del comité central para las cuestiones educativas y culturales—, se opone a la enseñanza racionalista, basada en postulados pedagógicos de orientación anarquista, por considerarla anacrónica, incompleta, sectaria e infecunda, y propone que la enseñanza sea científica y democrática.
A fines de 1923, es designado gobernador provisional del estado de Puebla (diciembre de 1923-marzo de 1924); en ese breve lapso, logra que los trabajadores de las panaderías pacten con sus patrones el primer contrato colectivo de trabajo que se suscribe en México, y hace pública su primera referencia conocida en torno a Vladímir Ilich Lenin, en una declaración que se incluye en el Boletín del Gobierno Libre y Soberano del Estado de Puebla, en ella opina con un criterio diferente a sus opiniones pasadas respecto del marxismo:
MacDonald [8] ha dado desde luego la solución que exigían la justicia y el sentido práctico: reconocer al Soviet como legítimo gobierno nacional de Rusia, entablando relaciones diplomáticas y comerciales con él. Por caso extraño, este reconocimiento coincide con la muerte de Lenin, alma del gobierno ruso. La reacción difunde por el mundo la idea de que Lenin, y con él el Soviet, habían claudicado de sus ideas, citando en apoyo de esta fábula las transacciones a que se vio obligada Rusia para no permanecer ahogada por sus enemigos, que le pusieron cerco de hambre, y ahora pretenden que el reconocimiento otorgado por el gobierno inglés tiene poco valor en vista de las nuevas orientaciones rusas. No hay tal; el reconocimiento del Soviet por Inglaterra es una tesis que el Partido Laborista viene sosteniendo desde años atrás, y Lenin ha muerto cuando su gobierno era el que mayor tiempo llevaba de duración entre todos los que actualmente existen en el mundo civilizado [9].
En noviembre de 1924, asiste a la Sexta Convención Nacional de la CROM, que se realiza en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde propone la reforma a la educación nacional, basada en los principios de la ciencia y en los ideales de la Revolución Mexicana.[10]
Vicente Lombardo Toledano
Lombardo, que por una parte, había estudiado filosofía en la Escuela de Altos Estudios, y por la otra, mantenía vínculos con la realidad en la que se desenvolvía la vida de los trabajadores, entra en conflicto con las ideas aprendidas en la universidad, que chocan con la realidad; el conflicto lo enfrenta con la decisión de seguir estudiando, de conocer a fondo la filosofía del socialismo científico a la que su maestro, Antonio Caso, hacía referencia como una filosofía contraria a la de Hegel, pero que jamás les analiza y explica a sus alumnos.
En su primera salida al extranjero, realizada durante los meses de abril a julio de 1925, en la que asiste en representación de la CROM, en calidad de observador, a la Séptima Conferencia Internacional del Trabajo que se celebra en Ginebra, Suiza, Lombardo se compromete con el director de la Oficina Internacional del Trabajo, Albert Thomas, a promover que México ingrese a la Organización Internacional del Trabajo (OIT); además, establece relaciones con los dirigentes del movimiento sindical europeo como Léon Jouhaux, Francisco Largo Caballero y Jan Oudegeest [11].
En su paso por Nueva York y también en su estancia en París, Lombardo, sabedor de que en México solamente se podía conseguir una reproducción adecuada del Manifiesto del Partido Comunista de Carlos Marx y Federico Engels, ya que las demás traducciones de las obras de los fundadores del marxismo eran de muy mala calidad, abre sendos créditos en una librería de cada una de estas ciudades, lo que le permite recibir los textos de Marx en otros idiomas; relata cómo inicia su aprendizaje del marxismo cuando no domina el idioma inglés: El capitalme llevó seis meses de estudio constante, con diccionario al canto, y los demás textos del marxismo los tuve que estudiar en inglés y en francés, porque las traducciones al español eran tan malas que no se entendían [12]”.
[1] Vicente Lombardo Toledano (en adelante VLT), “El derecho público y las nuevas corrientes filosóficas”, Obra histórico-cronológica, t. I, vol. 1, México, CEFPSVLT, 1994, pp. 56-57 y 94.
[2] Ibid., pp. 104-105.
[3] Robert P. Millon, Vicente Lombardo Toledano. (Biografía Intelectual de un marxista mexicano)”, México, s/ed., 1964, p. 8.
[4] VLT, “El derecho público… op. cit., pp. 105, 107-108.
[5] Robert P. Millon, Vicente Lombardo Toledano… op. cit., p. 9.
[6] VLT, “Etica”, Obra histórico-cronológica, t. I, vol. 1, México, CEFPSVLT, 1994, p. 165.
[7] Robert P. Millon, Vicente Lombardo Toledano… op. cit., pp. 12-13.
[8] Se refiere a J. Ramsay MacDonald, secretario de Relaciones Exteriores del gobierno inglés y jefe del Partido Laborista.
[9] VLT, “El Partido Laborista triunfa en Inglaterra”, Obra histórico-cronológica, t. I, vol. 2, México, CEFPSVLT, 1994, pp. 10-11.
[10] Rosa María Otero y Gama, Vicente Lombardo Toledano. Datos biográficos, México, UOM, 1988, pp. 17.
[11] Idem.
[12] José Natividad Rosales y Víctor Rico Galán, “Lombardo: un hombre en la historia de México”, revista Siempre!, núm. 578, México, D. F., 22 de julio de 1964.
Lombardo y lo que todo revolucionario debe saber.[1]
Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]
Vicente Lombardo Toledano consideró que todo político revolucionario tiene la obligación de estudiar y prepararse día con día en un proceso que no tiene fin. Él mismo lo hizo así a lo largo de su vida, porque, como lo afirmó, quienes se dedican a esa actividad requieren de un conocimiento sustentado “de los conceptos, de las categorías universales, de las leyes de la naturaleza y de la sociedad, para no extraviarse en el practicismo sin teoría” que lleva al fracaso, y para no incurrir en “desviaciones ideológicas en el planteamiento de los hechos y en la solución de los problemas, que no son sino el resultado de la ignorancia de la doctrina filosófica del materialismo dialéctico y de su aplicación práctica con espíritu creador”.[3]
Para Lombardo Toledano, ¿qué es lo que fundamentalmente debe saber todo luchador político revolucionario? Puesto que no hay acción revolucionaria sin teoría revolucionaria –destacó evocando a Lenin– todos los que aspiran a ser combatientes revolucionarios; todos aquéllos que hacen suya la tarea superior de transformar la sociedad, deben conocer a fondo la teoría que sustenta la lucha revolucionaria. Y ésta es la filosofía que sustenta el proletariado, el materialismo dialéctico, porque, en sus propias palabras:
“El Materialismo Dialéctico es una doctrina sobre el universo, el mundo y la vida, que se basa en la tesis de la materia como substancia de todo lo que existe, desde las cosas inanimadas hasta el pensamiento del hombre. Y en la dialéctica, como ley fundamental de la materia en constante movimiento y, por tanto, del proceso de la historia”.[4]
Además, Lombardo valoró que:
“…la doctrina del materialismo dialéctico, la doctrina marxista no sólo representa la síntesis más importante realizada en la historia del pensamiento humano, sino que representa el descubrimiento más trascendental en la historia del conocimiento y de la cultura: el descubrimiento de las leyes que rigen cuanto existe, de las leyes que rigen el universo todo, de las leyes que rigen la naturaleza, el hombre y la vida social”.[5]
Para apreciar con mayor nitidez elevada concepción respecto de las ideas filosóficas de Marx y Engels, en especial del materialismo dialéctico y su valor, conviene traer a la memoria otras dos reflexiones suyas sobre el particular. Una, en la que expresó que se trata de “…la suma de los conocimientos logrados por la civilización y la cultura a lo largo de los siglos”.[6] Y otra más, en la que manifestó:
“Lo grandioso del materialismo dialéctico estriba en que es una doctrina del mundo y de la vida con una concepción verdaderamente científica de la materia y del movimiento, que los filósofos y los investigadores del pasado no estaban en aptitud de alcanzar. El materialismo dialéctico sitúa al hombre en el centro del mundo no como un ser pasivo, sino activo, como un ser creado por el proceso de la naturaleza; pero también como un creador de ella, por la interacción que existe entre el ser y el pensamiento”.[7]
¿Qué otras disciplinas, además del materialismo dialéctico, deben ser motivo de estudio y conocimiento por parte de quienes aspiran a contribuir certeramente a la elevada tarea de transformar la sociedad de manera progresiva, en calidad de políticos revolucionarios? De acuerdo con Lombardo, deben conocer, comprender y saber aplicar a la realidad concreta:
“…el materialismo histórico, que es el materialismo dialéctico aplicado al desarrollo de la humanidad, la economía política, que es la aplicación del materialismo histórico al conocimiento particular de un período de la historia de la sociedad humana: la etapa del nacimiento y desarrollo del régimen capitalista, y, por último, el socialismo científico, que es la aplicación del materialismo dialéctico, del materialismo histórico y de la economía política, al tránsito del régimen capitalista al régimen socialista”.[8]
¿Por qué? Entre otras razones, porque constituyendo junto con el materialismo dialéctico, el marxismo propiamente dicho, siempre que se intente hacer el análisis “de un hecho concreto, de un fenómeno social determinado o de un período histórico particular, sólo teniendo en cuenta el contenido amplio de la doctrina marxista se puede llegar a un examen correcto y, consiguientemente, a conclusiones justas”.[9] Y esos tipos de análisis constituyen parte medular del trabajo cotidiano de todo luchador al servicio de la clase trabajadora, que sólo tiene dos opciones, o realiza un examen certero a la luz de la teoría marxista o incurre en la improvisación, o en otro tipo de actitudes antimarxistas. El propio Lombardo desarrolló esta idea:
“No podría, pues, hacerse del marxismo un dogma, ni emplear el procedimiento de ir a los libros fundamentales del marxismo para encontrar soluciones concretas en ellos para realidades que se presentan siempre nuevas en el desarrollo de la sociedad. La única forma de evitar el error de hacer del marxismo un dogma es la aplicación perpetua del marxismo, la reaplicación del marxismo a los fenómenos concretos de la vida social. Si no se aplica el marxismo a un hecho dado, en un momento dado, en un sitio dado, dentro del desarrollo de la sociedad, se puede incurrir en gravísimos errores. Por eso, la única forma es tomar el objeto del conocimiento, el fenómeno, el hecho, el período histórico que se quiere investigar, como algo nuevo, a la luz de los principios del marxismo”.[10]
Asimismo, consideró que todo político revolucionario debe conocer en primer lugar las leyes económicas que “rigen el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción”,[11] porque esas leyes, que forman parte del materialismo histórico,
“…constituyen el conocimiento fundamental del proceso de la sociedad humana. A determinado grado de la multiplicación y de la eficacia de los instrumentos de la producción económica, y de las relaciones que se establecen entre los propietarios de esos instrumentos y los que los manejan con su esfuerzo manual e intelectual, corresponde un sistema concreto de la vida colectiva que engendra un conjunto de valores, de conceptos acerca de las relaciones entre los hombres y de las formas más importantes de su pensamiento”.[12]
¿Qué es el subjetivismo en política?
Congruente con sus principios, juzgó con severidad a los que convierten la política en producto del subjetivismo que, como lo explica, consiste en el “desprecio de la realidad objetiva que trata, al mismo tiempo, de operar sobre ella…”[13]
Subjetivismo en que, desde su punto de vista, incurre la burguesía, porque de manera inútil intenta perpetuar el modo capitalista de producción, que habrá de desaparecer como consecuencia de sus contradicciones congénitas y, sobre todo, como resultado de la lucha de clases. Pero no sólo la burguesía: también caen en el subjetivismo quienes, desde la trinchera de los explotados, creen que no hace falta que existan las condiciones materiales –y que si no las hay, es necesario crearlas—sino que suponen que basta con la voluntad de unos pocos, muy resueltos, para ir hasta donde lo deseen, “más allá de las transformaciones posibles”, aunque en la realidad terminan “actuando en contra de las leyes que presiden el desarrollo de la sociedad”.[14]
Por cierto, esta deformación, también conocida como “voluntarismo”, ha sido motivo de autocrítica enérgica por parte de muchos partidos comunistas y obreros del mundo –y particularmente, de América Latina—porque ha sido causante de innumerables y graves tropiezos para la lucha revolucionaria en diversos países de nuestra región y del mundo.
Vicente Lombardo Toledano fue congruente: fiel a sus convicciones, dedicó su inteligencia, su cultura y su vida a la política revolucionaria como teoría y como praxis, y en consecuencia, a la transformación de la sociedad humana en los ámbitos nacional e internacional. Ya desde joven, había forjado su decisión de ser “un soldado del invencible ejército de la clase trabajadora que todo lo produce, todo lo descubre y todo lo crea con sus manos y con su cerebro, lo mismo en las minas que en las fábricas, en las escuelas, en los laboratorios de investigación y en el interior de la conciencia.”[15] Y así lo cumplió sin titubeos ni claudicaciones.
[1] Segundo fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”, recién concluida.
[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.
[3] Lombardo,“La política y las leyes de la realidad”, en ¿Moscú o Pekín?, La vía mexicana al socialismo. Editorial Combatiente, México, 1975, pág. 19.
[4]Vicente Lombardo Toledano, Para leer y entenderEl Capital, sílabo de la conferencia dictada en la Universidad Obrera de México el 30 de octubre de 1967. Publicado en la Revista Siempre!, número 751. Noviembre 15 de 1967. Disponible en Escritos en Siempre! Tomo I/Vol.1, CEFPSVLT.
[5] Vicente Lombardo Toledano,“Objetivos y táctica del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país”, Texto de la ponencia que presentó, en calidad de texto inicial de los debates, en la mesa redonda a la que él mismo convocara a los diferentes grupos y personalidades de pensamiento marxista en México, con el objeto de efectuar un riguroso análisis de las condiciones de México y trazar la línea estratégica y táctica a seguir en la postguerra, misma que sería recogida por la historia con el nombre de Mesa Redonda de los marxistas mexicanos. Periódico El Popular, 1º de febrero de 1947, 2ª sección, México, D. F., pp. 1, 2, 3 y 4. Ver Mesa redonda de los marxistas mexicanos. CEFPSVLT, México. 1982. Pág. 22.
[6] Lombardo,Mensaje a un joven socialista mexicano. Empresas Editoriales, México, 1967. Pág. 14.
[7] Op cit., pp. 14 y 15.
[8] Mesa redonda de los marxistas mexicanos, op cit., pág. 23.
[9] Ibídem.
[10] Op cit., pág. 32
[11]Lombardo.“La política y las leyes de la realidad”, Pág. 20.
[12] Ibídem.
[13] Vicente Lombardo Toledano, “Notas sobre el subjetivismo en política”. Artículo publicado en la revista Siempre!, núm. 249, 2 de abril de 1958. Se puede consultar en VLT, Escritos en Siempre!, tomo I, vol. 2, pág. 684. Ediciones del CEFPSVLT. México, 1994. También, en el folleto VLT, Lecciones de política para párvulos. Pág. 1. Ediciones del CEFPSVLT. México, 2008.
[14] Op cit., pág. 2.
[15] Lombardo,Lo que la vida me ha enseñado, ibídem.
Lombardo vio con repudio a quienes conciben la política como un quehacer insubstancial y, con mayor motivo, a los que la corrompen al convertirla en actividad para el lucro y el enriquecimiento personal. Se trata de un quehacer trascendente, en su criterio, cuyo objeto es resolver las injusticias y construir una organización social superior.
Vicente Lombardo Toledano, sus ideas sobre la política.
Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.[2]
Vicente Lombardo Toledano sustentó que la naturaleza del ser humano no es individualista, sino esencialmente social, y poseyó un muy elevado concepto de la ética. Por estas razones vio con repudio a quienes conciben la política como un quehacer insubstancial y, con mayor motivo, a los que la corrompen al convertirla en actividad para el lucro y el enriquecimiento personal. Se trata de un quehacer trascendente, en su criterio, cuyo objeto es resolver las injusticias y construir una organización social superior.
Consideró que al no ser la sociedad un conjunto homogéneo, puesto que se halla compuesta por clases sociales con intereses, ideales y objetivos distintos y no armonizables, la política, más aún que otras disciplinas, puede estar al servicio de una u otra clase social; al servicio del pueblo, que, como lo proclamó, “todo lo produce con su trabajo físico y con su intelecto”, o de los explotadores del pueblo. Y desde el momento histórico en que hizo su aparición el imperialismo, la política puede servir a esa fuerza devastadora que vulnera la soberanía de las naciones, saquea la economía de los pueblos en cuyos territorios penetra, los sojuzga y se apodera de sus recursos, o puede luchar por la plena independencia económica y política, en nuestro caso de México, para liberarlo del imperialismo.
Pero no puede estar al servicio simultáneo de ambas clases sociales; tampoco del imperialismo y, al mismo tiempo, de los pueblos que aspiran a ser independientes y soberanos. Ni puede servir al “pueblo”, concebido como un todo indivisible o una entidad abstracta, porque esta manera de interpretarlo es una simple invención sin sustento de los ideólogos de la burguesía, discurrida siglos atrás. En las palabras de Lombardo Toledano:
“La creencia en el pueblo como categoría política indivisible fue una creación de los ideólogos que prepararon la revolución democrático-burguesa durante el siglo XVIII, para destruir el régimen feudal basado en restricciones y prohibiciones a las diversas actividades humanas, desde las económicas hasta las del pensamiento. El lema ‘Libertad, Igualdad, Fraternidad’, de la Revolución Francesa de 1789, y el de ‘Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo’, de la Revolución democrática de los Estados Unidos de Norteamérica contra las intolerancias que caracterizaban a Inglaterra y contra el sistema esclavista de su propio país, tuvieron sólo el valor de proclamas para movilizar a las masas populares contra las ideas conservadoras; pero estaban condenadas al fracaso como normas de la vida social.”[3]
En consecuencia, por cuanto a su significado más general, el ideólogo marxista definió la política como “la ciencia de la dirección de la sociedad” [4], pero distinguió su contenido, orientación y propósitos vinculados a una u otra clase social y denominó política revolucionaria, a la que está específicamente al servicio de los trabajadores, y puntualizó que se trata de “la ciencia de la transformación de la realidad de manera progresiva, la disciplina que interpreta la realidad cambiante para hacerla mejor”[5].
La política revolucionaria, una tarea superior y compleja.
…denominó política revolucionaria, a la que está específicamente al servicio de los trabajadores, y puntualizó que se trata de “la ciencia de la transformación de la realidad de manera progresiva, la disciplina que interpreta la realidad cambiante para hacerla mejor”
Asimismo, concibió la política revolucionaria como una tarea superior y compleja, a la vez, porque, explicó, “requiere de las aportaciones que han hecho otras disciplinas que se refieren a los problemas humanos… cuyo remate es la filosofía, síntesis de la cultura universal y arma suprema para el logro del cambio progresivo de la humanidad”.[6] Precisó que se trata de una ciencia que consiste en saber cuáles son las leyes que presiden el desarrollo histórico y en aplicarlas de una manera precisa y creadora. Redondeando la idea, manifestó que no solamente es una ciencia, sino una práctica también, pues si se le restringiera al conocimiento de las leyes que rigen la transformación de la sociedad –exclusivamente con propósitos de erudición—se frustraría “su principal meta que es el cambio de las relaciones humanas”.[7]
Adicionalmente, sustentando que “…en la naturaleza y, por tanto, en la vida social, todo se transforma…”[8] y considerando, por lo que hace a la sociedad, que desde el momento histórico en que los medios de producción y cambio se tornaron en objeto de propiedad privada, la lucha de clases ha sido el motor de sus cambios profundos de uno a otro modo de producción, Lombardo declaró que “la transformación de la sociedad humana es una actividad eminentemente política”.[9]
De acuerdo con sus ideas, la clase poseedora de los medios de producción y cambio y que, por tanto es la dominante en la economía y en la vida político-social –la burguesía– ejerce la política con el fin de instalar sus intereses por encima de la sociedad en su conjunto, e imponer sus intenciones de acrecentar y eternizar su situación plagada de privilegios. Con esa finalidad, crea y sostiene organizaciones y partidos, y emplea a los políticos profesionales a su servicio, que más que políticos son mercenarios, pues venden su fuerza de trabajo a los explotadores. Por su parte, la clase trabajadora lucha por medio de la política revolucionaria con el propósito de cambiar esa realidad perversa, destruyendo las injustas relaciones de producción y edificando otras, superiores. Por lo expuesto, como Lombardo lo expresó, resulta imposible que un mismo partido sirva a las dos clases sociales, o que éstas gobiernen juntas:
“Porque los propietarios de la tierra, de las fábricas, de los transportes y del crédito, constituyen la fuerza social dominante en el campo económico y son también los que dominan, directa o indirectamente, la vida política. Las dos clases sociales, la propietaria del capital, representado por los medios de la producción, y la proletaria, representada por la gran mayoría que sólo cuenta para vivir con el pago de su trabajo, que explota la primera, persiguen fines diversos, antagónicos y viven en perpetua lucha. No puede, en consecuencia, gobernar juntas. Desde el punto de vista teórico, un gobierno que llevara en su seno la lucha de clases sería inconcebible y, considerado como realidad práctica, no se conoce en la historia.”[10]
…resulta imposible que un mismo partido sirva a las dos clases sociales, o que éstas gobiernen juntas…
La clase trabajadora debe organizarse en su propio partido, que se debe guiar por la filosofía del proletariado y por los principios del materialismo dialéctico y el materialismo histórico. Y su objetivo debe ser la sustitución del capitalismo por el socialismo, porque:
“Los partidos políticos son los órganos de expresión teórica y de acción práctica de las clases sociales. No hay partidos que representen a todas las clases y a todos los ciudadanos, y si lo pretendieran no tendrían más importancia que la que poseen los grupos de ignorantes que confían en la ignorancia de otros para subsistir. Se pueden disfrazar de mil modos, pero su apariencia no cambia su contenido, porque lo que substancialmente define a un partido no es siquiera la ubicación social de sus integrantes, sino los intereses de clase a los que sirve, la ideología de clase que sustenta.”[11]
Con respecto a la izquierda, concepto que se maneja en nuestros tiempos con enorme ligereza e incurriendo en toda clase de equívocos, Lombardo consideró que no es un concepto laxo que admita variadas vinculaciones clasistas y diversas concepciones ideológicas. Según su pensamiento, políticos de izquierda lo son sólo quienes luchan a favor de los intereses y aspiraciones superiores de la clase trabajadora y el pueblo, militan en el partido de la clase social que vive de su esfuerzo personal y están comprometidos con principios de orden superior, y deben honrarlos, porque “…todo partido que no se proponga la sustitución del régimen capitalista por el sistema socialista, de acuerdo con los principios del materialismo dialéctico y de su aplicación a la sociedad humana, el materialismo histórico, no es un partido de izquierda”.[12]
En consecuencia, apelando a su propia experiencia, exigió, a los políticos al servicio de los trabajadores y pueblo, fidelidad a principios sólidos, sustentados en la certera filosofía del proletariado, porque
“La vida me ha demostrado que sin principios firmes, derivados de una doctrina filosófica válida acerca del universo, del mundo y del hombre, lo mismo en la dirección del Estado que en la lucha política, no es posible una obra perdurable y fructífera. Transigir con los principios equivale al suicidio, hasta que no queda del que prevarica sino el recuerdo triste de un vencido que en vano proclama su victoria.”[13]
Pero además, exhortó a los políticos revolucionarios a no improvisar; los invitó a adquirir una sólida preparación y basar en ella una concepción justa de estrategia y táctica que, para ser acertada, tiene que ser producto de la reflexión teórica penetrante y del conocimiento certero de la realidad nacional, de la historia, la geografía, la identidad cultural y la personalidad colectiva de nuestro pueblo.
En posteriores entregas continuaré con el tema.
[1] Fragmento de mi investigación titulada “Lombardo y sus ideas. Su influjo en la vida política y social de México en los siglos XX y XXI”, recién concluida.
[2] Maestro en Ciencia Política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador de tiempo completo. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales “Vicente Lombardo Toledano”.
[3] Vicente Lombardo Toledano. “Leccionesde política para párvulos. I. El concepto de pueblo.” Artículo publicado en la revista Siempre!, núm. 273. México, 17 de septiembre de 1958. Se puede consultar en VLT, Escritos en Siempre!, tomo I, vol. 2, pág. 688. Edicionesdel CEFPSVLT. México, 1994. También, en el folleto VLT, Lecciones de política para párvulos. Pág. 5. Edicionesdel CEFPSVLT. México, 2008.
[5] Vicente Lombardo Toledano. “La política y las leyes de la realidad”,en ¿Moscú o Pekín? La vía mexicana al socialismo. Editorial Combatiente, México, 1975, pág. 19.
[6] Lombardo, Mensaje a un joven socialista mexicano, op cit. pág. 6.
[7] Op cit. Pág. 7.
[8] Lombardo. “La política y las leyes de la realidad”, ibídem.
[9] Lombardo, Mensaje a un joven socialista mexicano, op cit., pág. 5.
[10] Lombardo, Lecciones de política para párvulos, op cit., pp. 5 y 6.
[11] Op cit., pág. 6.
[12] Vicente Lombardo Toledano, “Una vez más, qué es la izquierda”, artículo publicado en la revista Avante, núm. 26, juliode 1962.
[13] Vicente Lombardo Toledano, Lo que la vida me ha enseñado, intervención en el acto de homenaje que le rindieron sus amigos, discípulos, compañeros de lucha y personalidades del campo democrático en el Palacio de Bellas Artes, al cumplir sus 70 años de vida, 16 de julio de 1964. Publicada en la revista Siempre!, núm. 582, del 19 de agosto de 1964.
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